Alberto Calderón P.* / Recorrer los amplios pasillos de esa enorme construcción brindaba a los visitantes un impacto deslumbrante, ver en su corredor principal: árboles, palmeras, fuentes y ríos de gente que iba y venia tras pagar un chelín para recorrer la exposición internacional, el desarrollo de la tecnología europea y de la naciente potencia de los Estados Unidos en la mitad del siglo XVIII fue algo verdaderamente alucinante para la época.
Un inquieto hombre llamado Henry Cole había visitado la exposición industrial de París en 1848 lugar en donde se reunió a todos los creadores de la industria francesa, a partir de ahí cabildeó con otros funcionarios del gobierno para llevar a cabo una Feria Industrial con un impacto internacional. Desde su puesto de funcionario público trabajó incansable hasta proponerlo al Príncipe Alberto a quien le pareció una brillante idea. A principios de 1850 hicieron la primera reunión preparatoria del evento que fijaron para inaugurarlo el primero de mayo de 1851, en poco más de 15 meses tenían que erguir un recinto amplio, majestuoso en donde cupieran todos los expositores tanto nacionales como extranjeros, era muy poco tiempo para haberse echado a cuestas tan enorme compromiso. Fue tan apresurado que no vislumbraron todos los inconvenientes que debían resolver como las instalaciones sanitarias, restaurantes, vigilancia pero lo principal un proyecto viable, cada minuto jugaba en contra de quienes recayó la responsabilidad y lo hacía imposible de realizar.
El comité organizador delegó a otros la responsabilidad entre ellos a un joven arquitecto que no había construido nada, trabajaba como escritor, un ingeniero de barcos y puentes y el tercero que era decorador de interiores, los tres desesperados con un presupuesto fijo y escaso les quedaban 10 meses para terminar una obra de la cual no tenían ni idea de cómo la harían, presentaron un proyecto realmente insostenible.
En otro sitio del Reino Unido un comprometido jardinero trabajaba para el duque de Devonshire desde los 14 años de edad, habiendo obtenido destacados resultados en la floricultura y agricultura al poco tiempo gracias a su dedicación, el era Joseph Paxton, creó “la fuente del emperador” de 80 metros de altura, una hazaña de la ingeniería hidráulica, creó el jardín más grande del país que inspiró a Frederik Law Olmsted para diseñar el Central Park de Nueva York, era el experto mundial de las dalias, con una mano estupenda para los higos y otros frutos, creó un enorme invernadero llamado “El gran horno”, se le ocurrió que uno de sus diseños de invernadero podría servir para el proyecto de la Feria Internacional, presentó sus planos que violaban todas las normas establecidas para su diseño y construcción era de hierro y cristal, elemento peligroso por la cantidad de gente que recorrería la feria y el peligro que representaban las enormes placas de cristal que podían caer sobre las personas si se dilataban los materiales, las tarimas de madera susceptibles a incendio y otras lindezas, a regañadientes aprobaron su diseño, no necesitó, ni ladrillos, cemento o cimientos, como un rompecabezas se fue armando hasta construir una de las joyas arquitectónicas, la más importante y grande del mundo en su momento, los cristales pudieron ser más grandes y gruesos gracias un invento reciente de los franceses que colocaban el material sobre unas placas metálicas, un cilindro aplanaba el cristal haciéndolo más resistente y de mayor volumen. Se puede hablar de más maravillas del Palacio de Cristal pero el tiempo y espacio apremian, me despido con un saludo afectuoso, esperando se resguarden en casa. ¡Hasta la próxima!
* Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO)