Sergio González Levet / Qué envidia me dan los salvadoreños, y nunca pensé que eso me fuera a pasar algún día. Y eso era así porque El Salvador es un país minúsculo, más chico en población y territorio que el Estado de Veracruz, pues tiene apenas 21,041 kilómetros cuadrados, contra los 71,820 km cuadrados de la entidad jarocha, casi cuatro veces más grande, y tiene 6 millones y medio de habitantes, contra los más de 8 millones que vivimos en esta hermosa tierra.
Pero los salvadoreños tienen un presidente que en verdad es de dar envidia, sobre todo por su respuesta ante el problema de la pandemia del coronavirus.
Nayib Bukele tiene 38 años, tomó posesión el 1º de junio de 2019, y entregará el cargo el 31 de mayo de 2024. Ha sido un presidente inquieto y batallador, polémico, y ha enfrentado duros encuentros con los dos partidos tradicionales: el FMLN y Arena. Considerado a sí mismo como de centro izquierda, ha demostrado una versatilidad ideológica que le critican los ajenos y la admiran los propios.
Pero este fin de semana, el joven Nayib dio un mensaje a la nación que provocó la envidia de los nacionales de otros países que tienen presidentes que aún no han sabido ofrecer una respuesta valiente y eficaz ante la amenaza mortal del Covid-19.
En su alocución, anunció a sus gobernados 30 medidas duras e inmediatas para enfrentar la crisis sanitaria y económica.
Entre ellas, decretó la suspensión de pagos durante tres meses de los recibos de luz, agua, teléfono, cable e Internet para todos los ciudadanos. Y junto con ello, la cancelación también trimestral de pagos de rentas e hipotecas para vivienda y locales comerciales, así como las mensualidades de automóviles y motos adquiridos a plazos.
En su plática con sus conciudadanos, Nayib les dijo que evitará totalmente la corrupción y amenazó tajante que a quien toque un centavo del dinero recibido por donaciones él mismo lo va a poner preso.
Las medidas incluyen también un control estricto de precios de productos básicos, que llegará hasta el cierre de negocios y el decomiso de mercancías a quienes intenten medrar con la emergencia.
Qué bonito sintieron los salvadoreños cuando su líder nacional dijo, textual, a los grandes empresarios de su país, preocupados porque podrían perder una parte de su capital:
“Ustedes tienen dinero para 10 o 20 vidas. No tienen tiempo para gastárselo todo. Piense en vivir; piense que cuando usted necesite una cama de hospital para que le atendamos, créame que lo último que le va a importar es su cuenta de banco”.
En verdad, qué envidia nos dan los salvadoreños con ese Presidente joven, inteligente y arrojado…
“Sé que algunos van a perder algo de lo que tienen o de lo que les falta, pero piensen en cuánto vale la vida; cuánto darían por traer a un ser querido de regreso. Yo daría todo lo que tengo. Sacrifiquémonos todos un poquito”.
Qué envidia…
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