Cuando todo pase

Coronavirus en México FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez /

Están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal. Charly García

Después nada será igual, somos testigos de un cambio tan profundo del que aún no somos plenamente conscientes. Están pasando demasiadas cosas para que todo pueda seguir tan normal.

El golpe a la economía mundial será el mayor desde que se tenga registro, miles de empresas quebraran irremediablemente y muchos países sucumbirán a la tentación autoritaria para reducir el riesgo que representa la incertidumbre de la realidad. La democracia liberal deberá resistir, las libertades tenemos que defenderlas y ampliarlas, ahora como nunca.

Nuestro país va a ser especialmente golpeado con mayor dureza, en parte por una serie de desaciertos muy graves del gobierno y en otra, porque somos la economía latinoamericana más integrada al mundo, eso tiene beneficios y también implica riesgos. La planta industrial exportadora va a sufrir una menor demanda y una falla en sus cadenas productivas; El turismo, que da empleo a millones de mexicanos, deberá soportar una caída sin precedentes en visitantes; Las remesas de nuestros paisanos en EEUU serán menores y esto es una tragedia mayor para millones de mexicanos que no cuentan -contamos- con un ingreso seguro y el desempleo será algo mucho más cotidiano que hoy.

Ironías de la realidad, el gobierno preocupado por su “Cuarta Transformación”, no vio la transformación que se armaba frente a sus ojos. No escucho el grito de las mujeres y pocos días después, no entendió que el petróleo tiene un precio y que este está determinado por presiones políticas y económicas mundiales de las cuales México no puede hacer gran cosa, además, se propuso a enfrentar una pandemia con estampitas y “fuerza moral”, que restaron tiempo, espero equivocarme, a prepararnos adecuadamente.

La gran mayoría de los mexicanos hemos comprendido que no contamos con nada y nuestra reacción ha sido cuidarnos y cuidar a nuestros seres queridos vulnerables. Una vez más somos mejores y respondemos mejor que nuestro gobierno, eso lo debemos tener presente siempre. Esa es nuestra especial fortaleza, ya probamos todo y todo es igual a lo de siempre.

No me gustan los políticos gritones y emocionales, más bien me atraen los que saben callar y son de ideas pragmáticas, que tienen bien claro el pulso del país y escuchan antes de hablar. Sé que son raras avis, pero estoy convencido que debe haber unos cuantos en México. Espero que salgan de donde estén, los necesitamos urgentemente.

Nunca como ahora requerimos un presidente pragmático que responda con racionalidad a la realidad, que deje a un lado las emociones y someta todas sus acciones a una estrategia inteligente que nos beneficie a todos. Un buen administrador que entienda que la salud y educación no son un gasto y nunca se puede ni debe ahorrar un peso en eso.

Actuar con pragmatismo tiene sus ejemplos históricos, la diferencia entre Churchill y Hitler en la Segunda Guerra Mundial fue muy sencilla, el primero solo se propuso ganar la guerra y dejó a un lado emociones e ideologías inútiles; el segundo, todas sus acciones se centraban en escribir la historia alrededor de él. Churchill ganó, Hitler llevó a su pueblo a la mayor tragedia del siglo XX.

Nuestro gobierno se aferra a mantener proyectos que antes de esto ya eran inviables y ahora son solo carísimos caprichos. Se debería suspender la construcción de refinerías en manglares, trenecitos mágicos y aeropuertos con cerros. Ese dinero, que es de todos, urge que se destine para apuntalar nuestro sistema de salud y apoyar la economía del país en estos momentos. Eso haría un político racional y pragmático.

No hay forma de hacer de Pemex la palanca del desarrollo, ya lo intentamos y perdimos. El petróleo fue una de las grandes palancas del cambio mundial del siglo XX, no del XXI, o lo entendemos o nos carga el payaso otra vez.

Si algo debemos aprender de todo lo que estamos viviendo, es que debemos dejar de pensar como lo hacíamos.

Guárdense, cuídense y cuiden a sus seres queridos vulnerables. Es todo lo que tenemos que hacer en este momento. Aprovechen el distanciamiento social para pensar que hacer para sacar entre todos este manicomio que llamamos México. Se van a sorprender que las acciones individuales, cuando se suman millones y millones, son la verdadera palanca del cambio y el desarrollo.

Si entendemos de una vez por todas que nosotros somos el cambio, es un buen inicio.

Nota.- Millones de pequeños emprendedores “neoliberales” no cuentan con el menor apoyo del gobierno. Cerraran sus negocios, se romperán sus sueños por los que han trabajado intensamente y perderemos a los mejores mexicanos, a los que en verdad mueven el país con su trabajo, creatividad y tesón.

Pero seguimos pagando una refinería en un manglar, un trenecito mágico y un aeropuerto con cerro.

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