No solo de rollos viven los “chairos”

López Obrador puede seguir besando niños, porque la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio, dijo López-Gatell en conferencia mañanera este día FOTO: WEB
Escuelas sin gel, agua o termómetros
Cuando la demagogia produce crisis

Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / AL EMPLEO de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir, y así como a otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política se les conoce, comúnmente, como demagogia. Aristóteles -considerado junto a Platón el padre de la filosofía occidental- aseguraba que cuando en los gobiernos populares la ley es subordinada al capricho de los muchos, definidos por él como los “pobres”, surgen los demagogos que halagan a los ciudadanos, dan máxima importancia a sus sentimientos y orientan la acción política en función de los mismos. El pensador definía, por lo tanto, al demagogo como “adulador del pueblo”. Así, el filósofo, polímata (sabiduría que abarca conocimientos sobre campos diversos de la ciencia, arte o humanidades) y científico nacido en la ciudad de Estagira perteneciente a la antigua Grecia, decía que la demagogia puede producir (como crisis extrema de la República), la instauración de un régimen autoritario, oligárquico o tiránico, que más frecuentemente nace de la práctica demagógica que ha eliminado de esa forma a toda oposición. En estas condiciones, los demagogos, arrogándose el derecho de interpretar los intereses de las masas como intérpretes de toda la nación, confiscan todo el poder y la representación del pueblo, e instauran una tiranía o dictadura personal. En ese sentido, contrario y paradójicamente, muy habitualmente las dictaduras se han instalado sosteniendo que lo hacían para terminar con la demagogia. Como fuera, la demagogia –según Aristóteles- es una estrategia utilizada para conseguir el poder político que consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica, la desinformación, la agnotología (estudio o tratado de la ignorancia) y la propaganda política. (Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).

Y ES que ahora que el Coronavirus o CoVid19 –como ya se le conoce de manera abreviada- asola al mundo, provocando no solo una crisis en materia de salud sino en las relaciones sociales y, por ende, en las economías de todas las naciones, en México se pretende combatirlo con discursos, esto es, haciendo recomendaciones que bien saben las autoridades que los gobernados, sobre todo los más pobres no podrán cumplir, porque si se trata de lavarse las manos entre 10 y 20 veces al día, debe saber el Presidente Andrés Manuel López Obrador que solo el 52 por ciento de la población nacional –según CoNAgua- recibe agua entubada diariamente, y el resto de manera tandeada que podría ser cada semana o cada 15 días, lo que hace imposible cumplir con esas medidas de higiene tan necesarias.

AHORA QUE si se trata de recurrir al gel antibacterial, además de que en la población humilde –o pobre- no hay cultura de ello, el producto está agotado en tiendas y farmacias, y sus costos son inaccesibles para las mayorías considerando que México tiene 56 millones en ciudadanos en pobreza y 10 millones en pobreza extrema que sobreviven de milagro, y es ahí donde encaja la demagogia, porque en lugar de estar perdiendo el tiempo en giras y reuniones insulsas, AMLO debería llevar a los que más lo necesitan camionadas de alcohol de mínimo 70 grados, gel antibacterial y otros insumos tan necesarios en estos tiempos, u ordenar a la Secretaría de Salud adquirir esos productos o enseñar a la población a elaborarlos dotándola de los implementos necesarios para que en todos los rincones del País, a falta de agua se cuente con esos artículos de higiene que podrían frenar la propagación del virus evitando que cuando México ingrese a la etapa tres, todos estemos preparados con lo necesario para hacerle frente a la pandemia, porque con “saliva” y discursos arrogantes no se podrá contener ese mal.

ES CURIOSO como la Secretaría de Salud recomienda a los padres de familia medirse y tomar la temperatura a sus hijos, como si esta nación estuviera en bonanza y no recortada por la absurda austeridad republicana que solo sirve para presumir que hay ahorros, pero solo para seguir regalando dinero producto de las contribuciones o venta de petróleo, cuando sería mejor regalar a los gobernados termómetros e, incluso, esfigmomanómetro –para medir la presión- o glucómetros para conocer los niveles de glucosa, tomando en cuenta que México tiene una población con problemas cardiacos y diabetes que rebasa los 10 millones, mientras que hay una proporción igual o superior de quienes la padecen pero aún no lo saben por no contar con uno de esos aparatos que ni siquiera existen en los centros de salud pública, y de no ser por las llamadas farmacias del ahorro muchas personas carecerían de atención clínica gratuita o barata. Por ello Aristóteles define al demagogo como “adulador del pueblo, al que solo usa para conseguir sus objetivos políticos recurriendo a un discurso que da máxima importancia a sus sentimientos (pero nada más), y por ello en la historia de las doctrinas políticas se considera que el filósofo fue quien definió por primera vez la demagogia como la “forma más corrupta o degenerada de la Democracia” que lleva a la institución de un gobierno tiránico de las clases inferiores o, más a menudo, de muchos o de unos que gobiernan en nombre del pueblo.

PORQUE SI la Secretaría de Educación Pública ha instruido a los padres de familia a medir la temperatura a sus hijos, mínimo que dote de termómetros a las mismas sociedades de papás o instale medidores en las escuelas, lo que sería una verdadera inversión y no solo demagogia. Es indiscutible que en México, en la mayoría de los colegios públicos no se cuenta con gel antibacterial y menos con un botiquín de primeros auxilios, aun cuando se habla de una modernización educativa y de haber derogado “la mal llamada Reforma” impulsada en el Gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando es indiscutible que todo cambió para quedar igual o peor, ya que al señor López Obrador no le gusta invertir en esos menesteres que considera pérdidas, porque no le reditúan votos, olvidando que no solo de discursos viven los “chairos”.

EL DEMAGOGO no necesariamente conduce a las masas a la revolución sino que las instrumentaliza para sus propios fines personales, para proceder, una vez obtenida una amplia aprobación, no a un proceso de democratización o de trasformación del sistema sociopolítico, sino a la instauración de un régimen autoritario, del que el demagogo sea el indiscutido y despótico jefe, o al acuerdo con las autoridades y las instituciones existentes con tal que éstas le reconozcan una función indiscutible (AMLO y los Gobernadores actuales), dicen expertos. De esta manera los mecanismos represivos acentúan, en lugar de disminuir, las características autoritarias del gobierno y de la sociedad, e impiden la toma de conciencia por parte de las masas. Así las cosas en esta “transformación”. OPINA [email protected]

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