Qué pensaría usted si en un partido del futbol, el árbitro fuera puesto por uno de los equipos, que la cancha también fuera de ese equipo y que las normas y reglas de juego también fueran elaboradas por ese equipo. Seguramente concluiría que ese juego está completamente arreglado para que gane ese equipo. Esa es precisamente la situación con la renovación de directivas seccionales del SNTE. El reglamento lo hizo el Comité Ejecutivo Nacional, con el visto bueno de unos cuantos delegados incondicionales, pero eso no es todo, las normas, reglas y calendario de elecciones tienen que contar con el visto bueno de Cepeda Salas y compañía.
En otras palabras, no hay piso parejo ni condiciones equitativas. Si en verdad hubiera voluntad, honradez y un genuino espíritu democrático, la elección tendría que comenzar con la renovación del Comité Ejecutivo Nacional, con observadores externos y un árbitro imparcial, muy ajeno al comité actual.
Así que, el panorama que se avizora y que ya han denunciado los maestros, es que estas renovaciones seccionales sólo serán una mera simulación. Si el presidente lo permite, corre el riesgo de que no sólo sea un espectador, sino que podría convertirse en cómplice involuntario de una burda farsa democratizadora.
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