Sergio González Levet / Mariana Moguel Robles es un haz de emociones contenidas, que se vierten cual cascada cuando entra al tema de la conversación, a su tema, al asunto que la trae de arriba abajo por todo el país, platicando con la gente, exhortando, acusando, contando la historia de su madre, que soporta la fuerza del Estado mexicano, desbocada en su contra por lo que muchos consideran una venganza política… o no.
Mariana es hija de Rosario Robles Berlanga, la Jefa de Gobierno del entonces Distrito Federal, la Secretaria de Desarrollo Social, la Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.
Rosario, la que está en prisión acusada según suponen todos por haber participado en la Estafa Maestra, un plan de desvíos de dinero público por más de 5 mil millones de pesos en apoyo a las campañas electorales de los candidatos del PRI.
Esa Estafa Maestra surgió al público en un reportaje del periódico digital Animal Político de 2017, que revelaba ciertas singularidades del gasto en el Gobierno de Enrique Peña Nieto durante 2013 y 2014, señaladas por la Auditoría Superior de la Federación.
Pero resulta -nos platica Mariana- que en la acusación a su madre por la que permanece en prisión no se menciona nunca la expresión “Estafa Maestra”, y que está indiciada por el delito de omisión a su superior jerárquico, debido a que, según la Fiscalía General de la República, no le informó en tiempo y forma sobre las asignaciones irregulares y millonarias que estaban haciendo colaboradores suyos a través de facturas de empresas fantasma.
Mariana se agita, da con el puño en la mesa y afirma que la Secretaria siempre le informó de todo al Presidente (al grado tal que Peña Nieto le dijo en un evento la frase que se hizo famosa: “No te preocupes, Rosario”).
Mariana contiene las lágrimas con valentía cuando nos cuenta que su madre está en prisión encerrada en una celda de dos por dos, sin ninguna comodidad adicional, y que recibe el mismo trato que las otras prisioneras de Santa Martha Acatitla. Ha bajado ocho o nueve kilos, y empezó a padecer de presión alta. Acaba de conseguir que la dejen tomar el sol por unos minutos al día.
La rea solamente puede recibir visitas de familiares cercanos y sus abogados, y lo hace martes, jueves, sábados y domingos. Todos los días puede hablar por teléfono una hora, y lo hace con su hija a las 7 de la noche, la hora mágica para ellas.
Mariana exhibe documentos y cuenta las penurias de un juicio en el que todo está en contra de su madre y la autoridad judicial pudiera ser omisa en el ámbito de la imparcialidad. “Parece que hay algo orquestado en contra de ella”, se queja.
Ha recorrido ya 12 estados, y en muchos municipios se ha reunido con organizaciones civiles, con grupos de mujeres, con beneficiados por el trabajo de Rosario Robles cuando fue Secretaria.
Espera que el juez recapacite, y que dicte por fin la posibilidad de que Rosario siga su juicio en libertad, porque el delito del que se le acusa es menor (para poder confinarla, tuvieron que recurrir imaginativamente a que aunque sea menor, lo cometió dos veces, una en la Sedesol y otra en la Sedatu, y así lograron sumar los años de sentencia previstos, para negarle la fianza).
La serie de inconsistencias que relata Mariana es vasta y curiosa. La ha repetido incansablemente y lo seguirá haciendo por todo México mientras la dejen y ella tenga los recursos necesarios.
No pide clemencia para su madre, no pide que la dejen escapar como han hecho con otros, no pide un perdón presidencial.
Solamente va por el país pidiendo justicia para su madre, el ser que más ama en el mundo…
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