«Javier, prometo que tu muerte no quedará impune», familiares dan último adiós a joven asesinado en Puebla (Crónica)

«Javier, yo te prometo que se va a hacer justicia. Te prometo que tu muerte no va a quedar impune», exclamaba su tío, en la cima del parque memorial Bosques del Recuerdo. Sus palabras quebraban a las más de 100 personas, entre familiares y amigos, que se encontraban alrededor de la tumba FOTO: JUAN DAVID CASTILLA
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Juan David Castilla Arcos / Xalapa, Ver. «Javier, yo te prometo que se va a hacer justicia. Te prometo que tu muerte no va a quedar impune», exclamaba su tío, en la cima del parque memorial Bosques del Recuerdo.

Sus palabras quebraban a las más de 100 personas, entre familiares y amigos, que se encontraban alrededor de la tumba.

Eran las 16:07 horas. El cortejo fúnebre ingresaba al cementerio con el cuerpo de Francisco Javier Tirado Márquez, uno de los cuatro ejecutados en Puebla y hallados en Santa Ana Xalmimilulco, comunidad del municipio de Huejotzingo.

La misa de cuerpo presente había sido celebrada en la parroquia María Madre de la Iglesia, ubicada sobre la calle Zempoala del fraccionamiento Los Ángeles.

«El Padre (Sacerdote) dijo que ahora Javier está con Dios, está con el Señor, ¿saben por qué?, porque necesitaba un buen doctor y se llevó al mejor. Yo sé que Javier, desde donde esté, no sé cómo, pero va a seguir haciendo lo que tanto quería», fueron algunas de las últimas palabras que lanzó a su sobrino.

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Javier fue asesinado junto con dos de sus compañeros colombianos y un conductor de Uber, en la carretera conocida como El Tanque.

La noche del pasado 23 de febrero, regresaban del carnaval de Huejotzingo, pero fueron interceptados y acribillados.

El joven estudió la carretera de a Medicina en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Estuvo nueve meses de intercambio en Colombia y había regresado a México para concluir su servicio social.

Tenía sólo tres semanas en su país natal, donde fue ultimado.

«Sáquenlo de ahí»

«Sáquenlo de ahí, sácalo de ahí, papá, por favor, qué me hable sólo cinco minutitos, por favor», gritaba Cindy, con el corazón destrozado.

Su llanto era incesante. Sus parientes le daban a oler alcohol para evitar su desmayo.

«Como quisiera, ay, que tú vivieras, que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca y estar mirándolos», entonaban, mientras la temperatura descendía por el paso del frente frío número 41.

La aplicación móvil del clima marcaba una sensación térmica de 11 grados centígrados.

Una ligera llovizna, que apenas se sentía, caía sobre una playera de la Selección Nacional de Colombia -color amarilla y con pequeñas franjas azules y rojas a los lados-, que resultaba sobre el féretro blanco.

Las banderas colombiana y mexicana habían sido colocadas en el mismo lugar.

Los mariachis tocaban la canción “Amor eterno”. De fondo, eran notorios los gritos de dolor.

El sonido de un guitarrón, guitarra, violín, dos trompetas y la buena voz de una mujer se oían a los lejos.

Los familiares compartían su sufrimiento. Abrazaban y dejaban sus lágrimas sobre el féretro.

Dos de sus amigos compartían los mejores momentos que pasaron cuando Javier vivía.

Al final del sepelio, uno de ellos, invitó a la gente al pase de lista: «¡Francisco Javier Tirado Márquez!».

La respondía con un enérgico “¡presente!”, acompañado de aplausos.

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