Contrario a esa actitud, cuando a María Magdalena le dieron el nombre de Gladis Giovana, como la mujer que secuestró a su hija y la entregó a Mario Alberto para que la violara y la matara, muy tranquila, sin alterarse la madre de Fátima dijo: «Giovana era mi amiga, no creo que ella se la robara».
Todavía, a insistencia de los periodistas, y tomando en cuenta que Giovana confesó su crimen a la tía de Mario Alberto, la madre de Fátima respondió: «Vivió aquí en la casa, no creo que haya sido capaz, ella tiene dos niñas pequeñas y nunca vi que las maltratara, por eso dudo que le arrebatara la vida la mía. A su esposo no lo conocía y no sé por qué tomaría represalias en contra de mi hija». ¿Por qué insistir en que un muerto fue quien se llevó a su hija? ¿Por qué defender a la mujer que confesó haber entregado a Fátima a su marido? ¿Qué no está bien en todo este caso?