La verdad te hará libre, pero primero te hará enojar

Andrés Manuel López Obrador FOTO: WEB
- en Opinión

Francisco Vargas / Ante falta de argumentos, los insultos y las ofensas son algunos de los medios que usan actualmente muchos de los simpatizantes del gobierno de López Obrador para su defensa, y que aunque muchas veces parezca irracional e incongruente defender lo indefendible, se escudan detrás de una cantidad de vulgaridades que son un genuino representante del odio y envidia que guardan dentro de su absurda concepción ideológica. Es comprensible el uso de este anticuado método ante un evidente fracaso de gobierno, ya que la mayoría de las promesas que en algún momento fueron la defensa del ejército defensor del Gobierno y MORENA no se han concretado ni se concretarán.

Toda esta serie de comportamientos que muchas veces recaen en la irracionalidad, surgen a raíz de idolatrar y obsesionarse con una persona, que en su mayoría de veces es figura pública: un cantante, un actor, un deportista o en este caso un político, sin embargo, este último ejemplo podría considerarse de mayor trascendencia, ya que del comportamiento y acciones que este haga, dependen la vida de millones de personas.

Nuestro país ha vivido diversas etapas políticas con diferentes intensidades, donde por lo menos en nuestra historia reciente ha predominado la tolerancia y la mesura, ya que si nos trasladamos un siglo atrás, Presidentes como Obregón, Cárdenas, Ávila Camacho, Alemán o incluso Díaz Ordaz habían mantenido un diplomático comportamiento que los hacía percibir como no sólo como el Presidente de la República, sino como una persona respetable, reconocida o quizás hasta admirada, sin embargo jamás idolatrada, a pesar de estar hablando de una época en la que era, hasta cierto punto, muy fácil manipular o engañar a las masas. A pesar de ello, la sociedad mexicana percibía a la clase política como lo que eran, [o por lo menos deberían de ser] un grupo de personas dedicado a servir a la gente, el cual por ningún motivo tendría que ser idolatrado, ya que al fin y al cabo (según el 39 constitucional) no son más que nuestros empleados temporales.

Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que hace unos 35 años aproximadamente, en México inició un profundo cambio perceptivo de ver la política, con el uso autoproclamaciones como de “izquierda” o “derecha” (lo que según el filósofo Ortega y Gasset cataloga como algo imbécil), y lo más grave, defender y luchar ya no por ideas o proyectos, sino por personas (políticos). Este comportamiento, que muchas veces está detrás de un interés particular, es decir, por ejemplo: el abogar por tu jefe para no perder tu empleo, lo cual sucede mucho en el sector burocrático y periodístico, y que quizás no podrá ser honorable, pero muchas veces se justifica a medida de la necesidad de carencia de esa persona.

Lo grave aparece cuando por un comportamiento completamente irracional que nace a raíz de un fanatismo religioso, o en este caso político, y en donde no existe una justificación personal coherente, algún individuo no sólo empieza a tener diferencias y enfrentamientos con sus allegados, si no que se conduce de manera irrespetuosa ofendiendo e insultado a quienes no piensan como él o están en contra del líder político de su preferencia. Y es que es precisamente esta realidad la que padecen cientos de miles de seguidores o simpatizantes del actual Presidente López Obrador, que fácilmente pueden llegar a injuriar sin pena alguna a quien lo descalifique. Lo cual no sólo considero incorrecto, si no también deshonorable, ya que el humillarse y dejar la dignidad personal a un lado con tal de defender a un político, es infantil y ridículo, y a menos de no ser que su salario esté de por medio (lo cual también sería subestimarse), no es más que la mayor muestra del tremendo deterioro político que vive México a raíz del hallazgo del “lopezobradorismo”, que llegó para polarizar y dividir ordinariamente a nuestra sociedad.

Ojalá no sea muy tarde cuando recapaciten y se den cuenta que: “en la política a diferencia de la guerra, no somos ustedes o nosotros, somos ustedes y nosotros”.

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