Sergio González Levet / Así como don Antonio Pérez Fraga nos la ha hecho buena y nuestro Carnaval es el más alegre del mundo, seguramente la triada de alcaldes que gobiernan en la zona conurbada Vera-Boca-Mede podría tener un gesto similar y hacer que los baches con los que hemos tenido que aprender a convivir (y casi cohabitar) se conviertan en los más alegres del mundo, pero para los conductores y sus pasajeros.
Eso sí: no son pequeños, y menos son los más leves, ni los menos dañinos, ni tienen perfiles suaves y causan mucho daño.
Y deben ser muy felices los baches porque cumplen su función a cabalidad. Como en el poema inmenso de José Emilio Pacheco sobre el mar, los baches empiezan donde los hallas por primera vez, y te salen al encuentro por todas partes.
Dicen que es por la temporada de lluvias, pero los baches están floreciendo en la conurbación, aunque por fortuna no lo hacen endémicamente como en Xalapa, en donde la abulia de Hipólito Rodríguez (pobre hombre, atrapado sin remedio en sus incapacidades y su necedad) ha hecho que se vuelvan una endemia casi tan peligrosa como la del Coronavirus, por los accidentes que provocan.
Como los baches afectan la imagen de los tres alcaldes conurbados, yo digo que la solución debiera ser un programa conjunto en donde ataquen esos hoyos furtivos e importunos con una estrategia de guerra (o de guerra de guerrillas) para no permitir que surjan y se queden estacionados en las calles y avenidas.
Las cuadrillas unidas de los tres ayuntamientos podrían ser una fuerza digna contra ese enemigo brutal.
Digo, ya que no se pudo con el agua…
NOTA PARA EL ALCALDE YUNES MÁRQUEZ.
Sé que usted, al igual que su padre, es una persona que sabe de lecturas y conoce de libros y autores. Y a partir de ese conocimiento, debe considerar que la poesía es algo importante, y que los poetas cumplen una función crucial en nuestra sociedad. Entre ellos, uno de los más grandes que ha dado nuestro país fue José Emilio Pacheco (a quien tuve oportunidad de citar párrafos arriba), quien amó entrañablemente a Veracruz y lo demostró literariamente de muchas formas. Uno de sus poemas más famosos y celebrados, el pequeño y perfecto Mar eterno, se inspiró en la fuerza y la belleza de nuestras olas. Pacheco reconocía que la primera vez que vio el mar fue en Veracruz, y que quedó fascinado con él, al grado que volvió a su regazo innumerables veces durante su vida.
Valdría la pena, Presidente Fernando, que JEP tuviera un monumento en Veracruz, frente al mar que inmortalizó a su modo. Y podría estar de manera que quien lo viera tuviera oportunidad de leer su poema. Se lo pongo para que lo disfrute… y para animarlo:
Digamos que no tiene comienzo el mar.
Empieza donde lo hallas por vez primera
y te sale al encuentro por todas partes.
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