No era secuestrador, era seguidor de López Obrador

Bellarmino Cardeña FOTO: IGNACIO CARVAJAL, EXPEDIENTE MX
- en Opinión

Bernardo Gutiérrez Parra / El comunicado de la Secretaría de Seguridad Pública del jueves anterior, donde se da a conocer el abatimiento de un “hombre y una mujer” en una comunidad de Atzalan, se tambaleó casi desde un principio. El hombre que mataron los policías estatales tenía más de sesenta años y la mujer, era una niña de apenas once.

Mientras la versión de la SSP da a entender que ambos cayeron abatidos como resultado de un enfrentamiento con delincuentes, la versión de los de los familiares de Bellarmino Cardeña Cortés y su nieta, María Magdalena Hernández Cardeña víctimas de la refriega, es otra bien diferente.

De acuerdo con lo que Genoveva Hernández, viuda de Bellarmino y abuela de la menor, dijo al periodista Ignacio Carvajal de Expediente MX, todo comenzó alrededor de la una de la madrugada cuando escucharon ruidos en la casa de a lado, donde vive su hija mayor. De pronto oyeron fuertes golpes en la puerta de su casa. “Quién anda ahí” preguntó Bellarmino y de inmediato le contestaron: “Sal hijo de tu puta madre, te queremos ver afuera”.

Bellarmino tomó su pistola y disparó al techo de su casa para ahuyentar a los intrusos: “Y fue que comenzaron a tirar y tirar; pero no era uno tras otro, eran así como ráfagas. Cuando mi esposo vio que la puerta estaba casi cayéndose tomó la escopeta y les disparó. Oímos cuando uno de afuera dijo ‘ya me pegaron’”. Narró Genoveva que se tiró al piso junto con sus dos nietas.

La mujer agregó que por la rendija vio a unos policías que hablaban por radio y quiso pedirles ayuda pero pensó: “a lo mejor son malos”.

Hubo una segunda descarga sobre la puerta hasta que cedió; su nieta María Magdalena corrió a buscar un mejor refugio y fue en ese momento que una bala le atravesó la cabeza.

Cuando los policías entraron a la vivienda uno de ellos dijo: “Este guey ya está muerto y la niña también”. Sacaron de la casa a la abuela y a la niña sobreviviente y se pusieron a saquear el lugar de donde se llevaron dinero del Programa Sembrando Vida y hasta un botecito de latón donde la pequeña María Magdalena guardaba los centavos de sus ahorros.

¿Eran Bellarmino Cardeña y su familia un grupo de secuestradores? ¿Estaban colididos o dirigían alguna célula delincuencial? ¿Eran extorsionadores o asesinos a sueldo?

No, nada de eso.

Bellarmino era un campesino que se asentó con su familia en Tepeczintla; una comunidad de mil habitantes enclavada en la zona de extrema pobreza de la sierra de Atzalan.

Fue comisariado ejidal, sub agente municipal, juez auxiliar, presidente del patronato de su iglesia, y presidente del Comité de Obras de la escuela primaria. “Cada obra de las que hay en Tepeczintla, desde las piedras del camino rural, hasta los ladrillos para la iglesia y la escuela llevan la huella de Bellarmino” dijo uno de sus amigos.

También fue defensor del bosque de Atzalan, labor que le reconocieron con sendos diplomas (y nada en efectivo) los presidentes Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto

Bellarmino fue además un lopezobradorista hasta la médula. Cuando supo del programa Sembrando Vida convenció a 21 campesinos de desmontar cada uno dos hectáreas de chaparral para recibir los beneficios del programa. Y lograron los beneficios.

Bellarmino era un convencido que las cosas con López Obrador cambiarían para mejorar, pero como cruel paradoja lo asesinaron policías del gobierno de la 4T y lo asesinaron a mansalva, casi a quemarropa junto con su nieta, para después saquear su humilde vivienda.

Tan dado como es el gobernador Cuitláhuac García a ofrecer disculpas por hechos deleznables del pasado ¿pedirá perdón a la familia de Bellarmino Cardeña? ¿Los apoyará económicamente lo mismo que a los demás vecinos atropellados y saqueados por los policías; por la brutalidad de los representantes de la ley de su gobierno?

Si esto le hubiera ocurrido a un gobernador de cualquier otro partido sería un escándalo estatal con repercusión nacional. La Plaza Lerdo estaría repleta de hombres y mujeres exigiendo, con todo derecho, justicia por este doble crimen y castigo a los culpables.

¿Por qué no sucede así?

Muy sencillo, porque los que tendrían que pegar de berridos hoy son gobierno.

Por eso.

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