En su comparecencia ante el Congreso de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez dejó muy claro cuál es su papel en el estado de Veracruz: Él no es el gobernador, es el intendente del estado. Baste sólo revisar las actividades que enumera en el boletín que manda su oficina de Comunicación Social. Un año de gobierno en Veracruz es una sexta parte del periodo que corresponde a un gobernador.
Por lo mismo se esperaría que el señor ingeniero informara sobre las bases o cimientos de su política social, económica y política. Cierto que, conociendo su discapacidad, no se podían esperar las grandes obras, pero las minucias que presentó en su informe a los diputados nos hacen pensar que en Veracruz no tenemos gobernador, sino un conserje.
Cuitláhuac García, como si fuera el mayordomo de la casa, reparte despensas, apoyos que el Gobierno Federal otorga en todos los estados de la República. El conserje de Veracruz le abre y cierra las llaves al agua de los municipios, vigila que el drenaje no se tape y si se tapa, como en el caso del puerto de Veracruz, se pone a desazolvar los colectores pluviales.
A pesar de que en su mandato no se han visto acciones de gobierno, antes bien en los primeros meses sólo se vio envuelto en rencillas, como buena vecindera, Cuitláhuac García se atreve a decir: «Hemos superado anteriores administraciones con trabajo, honestidad, buenas finanzas y seguridad». Como diría el filósofo José José, «pobre tonto, ingenuo y charlatán; que fue paloma por querer ser gavilán».
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