Los apologistas del actual gobierno señalan que todos los gobernadores, siempre que pueden, colocan a sus incondicionales en los puestos de relevancia. Por ello, señalan, que no se debe pegar el grito en el cielo si Cuitláhuac García impuso a la espuria Sofía Martínez Huerta como presidenta del Tribunal Superior de Justicia. En ese caso los veracruzanos tampoco deberían reclamar que en una instancia autónoma como la Fiscalía General del Estado se haya puesto a la espuria Verónica Hernández Giadáns; el mismo caso en el Congreso del estado, donde Juan Javier Gómez Cazarín fue colocado en la presidencia de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz.
Dicen esos apologistas, con aliento a corrupción, que a nadie debería extrañar, pues todos los gobernadores lo hacen; todos han sido corruptos, ¿por qué Cuitláhuac no habría de serlo? Sólo que hay ciertos puntos que deberían llamarnos la atención. Los tres personajes colocados en los puestos relevantes, Sofía, Verónica y Juan Javier, son actores sin experiencia, sin inteligencia, llenos de abyecta sumisión; gente sin vocación de servicio que sólo estarán a disposición de quien los colocó en ese lugar.
Otro punto es que Morena, la esperanza de México, se presentó como un partido moral, cuyas acciones iban a llevarse a cabo con ética y responsabilidad. Sin embargo, nos estamos dando cuenta que Morena y su Cuarta Transformación, está resultando peor que los partidos anteriores. Claro, todo esto no lo ven los apologistas, pues son de la clase de Esaú, esos que vendieron su consciencia por un plato de lentejas. ¡Provecho!
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