En una práctica de acarreo al estilo priista, miles de asistentes fueron transportados en condiciones insalubres y sin botellas de agua y alimentos, ya que cada asistente debía sufragar sus propios gastos. Al menos el gobierno de Veracruz organizó el traslado mediante dependencias gubernamentales, que tenían determinado cuantos camiones debían utilizar.
Es cierto que los funcionarios de medio pelo debían justificar su asistencia para seguir disfrutando de la “plenitud del pinche poder” que les otorga la Cuarta Transformación. No obstante, no tienen ningún derecho para obligar a los empleados a asistir a una manifestación de agradecimiento con una extraña mezcla de culto a la personalidad y fanatismo. Sin embargo, el problema radica también en los empleados que, por cobardía no saben defender sus derechos.