Qué pena, Rosario

Toma de protesta de Rosario Piedra Ibarra FOTO: WEB
- en Opinión

Sergio González Levet / No sabes, Rosario, que lástima me dio verte ahí entre el círculo de espaldas y brazos armado por los senadores morenistas para que no pudieran acercarse a ti sus homólogos del PAN, que intentaban desesperadamente evitar que tomaras posesión, después de fuiste seleccionada de manera tan oscura, tan injusta, tan contra la ley.

Y me dio pena ajena y propia porque tengo presente la figura de tu madre, doña Rosario Ibarra de Piedra, mutilada en el corazón y el alma allá en los años 70 del siglo pasado porque le desaparecieron a su hijo, a tu hermano Jesús, cuya foto de joven eterno mostrabas entre el jaloneo de los senadores y la toma de posesión, no sé para qué.

Yo no sé qué piense esa mujer extraordinaria de esa aceptación que no te honra; no sé qué pienses tú misma allá en lo profundo de tu ser, en donde bulle el recuerdo de tu hermano que sacrificó su vida por sus ideales y en donde no caben las ambiciones personales.

No me gustó nada (no nos agradó a los millones de mexicanos que pensamos que el respeto a la ley y a la normatividad es el principio básico de la honestidad; del ataque a la corrupción), que llegaras al puesto de Presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos cuando no tienes el perfil académico adecuado ni la experiencia.

Del mismo modo, repudiamos que los legisladores morenistas y sus aliados en este caso hicieran a un lado la exigencia impuesta en la convocatoria de que quien llegara a ese puesto no hubiera pertenecido a ningún partido político durante un periodo de varios años. Y tú no dijiste nada cuando sabes que el año pasado fuiste funcionaria de Morena, y has sido una militante convencida de este partido político que dice Andrés Manuel que no es partido, sino Movimiento. Tal vez por eso

Tampoco me gustó, Rosario, verte manejada como títere por un senador de tu partido, que te alzó la mano mientras rendías protesta, y te corrigió para que dijeras “Sí, protesto” y no solamente “Protesto” como lo habías hecho cuando te preguntaron, fíjate bien, si estabas dispuesta a defender y acatar la Constitución y las leyes que de ella emanan.

Ya te imaginarás qué pensamos de ti cuando respondiste con la afirmativa en el momento mismo en que estabas transgrediendo nuestras leyes, al aceptar un puesto para el que no calificas, aunque Andrés Manuel quiera convencernos de lo contrario.

El espectáculo que dieron tus correligionarios ha llegado a todo el país y a todo el mundo, y tú apareces en el centro cobijada por la brutalidad mientras tomabas posesión por la fuerza, bruta también.

Que me perdone doña Rosario, que me perdone Jesús, pero en verdad que me diste pena ayer, Rosario chica, y creo que de algún modo también le dio vergüenza a ellos.

Y todo por un puesto miserable.

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