Sergio González Levet / Si nos atenemos a los indicadores económicos y de calidad de vida de los bolivianos en los últimos años, no es exagerado afirmar que Evo Morales fue un buen Presidente, que cumplió con las expectativas de los electores que lo llevaron al poder y lo mantuvieron en él por 13 años, nueve meses y 21 días.
Sí, fue un buen presidente con raíz indígena, dirigente de los productores de coca en su país, y surgido de las filas de la izquierda que, sin embargo, cometió el mismo error en el que históricamente han caído los líderes de esa tendencia: una vez que llegan al poder, ¡no lo quieren soltar!
Recordemos a Stalin en la URSS, a Tito en Yugoslavia, a Mao en China, a Fidel Castro en Cuba, a Hugo Chávez y Maduro en Venezuela, a Erich Honecker en Alemania oriental, a Enver Hoxha en Albania, a Wojciech Jaruzelski en Polonia, a János Kádár en Hungría, por mencionar algunos.
Así pues, Evo ganó limpiamente las elecciones en 2005, con 54% de los votos y se sentó en la silla presidencial el 26 de enero de 2006, lo que no le agradó nada al entonces presidente gringo, George W. Bush, pero tuvo que acatar los aires de ese tiempo y aceptar que en otro país latinoamericano se asentara un gobierno de izquierda, como ya lo había en siete naciones: Argentina (Néstor Kirchner), Brasil (Luiz Inácio Lula da Silva), Chile (Michelle Bachelet), Ecuador (Alfredo Palacio), Paraguay (Nicanor Duarte Frutos), Uruguay (Tabaré Vázquez) y Venezuela (Hugo Chávez), y otras más iban hacia ese camino, como Nicaragua y El Salvador.
Y tan fue buen presidente Evo Morales, que el 6 de diciembre de 2008 fue reelecto con 64.22% de los votos y el 12 de octubre de 2014 se enfiló hacia su tercer periodo al hilo, todavía con una copiosa votación a su favor.
No era para menos: en 2017, el país que gobernaba Evo era uno de los de mayor crecimiento económico en América Latina, y había disminuido ostensiblemente los índices de pobreza en sólo diez años, de 36.7% a 16.8%.
Pero Evo Morales quiso seguir en el poder, no obstante que su ciclo ya había terminado. El 20 de octubre de 2019 volvió a ganar la elección presidencial, pero esta vez ya tuvo que amañar las votaciones porque sabía que el pueblo, ya cansado de su presencia, no votaría por él como antes.
Una delegación de la Organización de Estados Americanos que había observado las elecciones bolivianas de este año, concluyó que había habido muchas irregularidades, lo que muchos ciudadanos sabían. Así que el clamor popular contra el fraude se empezó a levantar, al grado que Evo se vio obligado a renunciar apenas el domingo pasado, se salvó como pudo de ser apresado por el ejército y finalmente obtuvo el asilo en México, a donde pronto llegará (y desde donde promete que retomará fuerzas y volverá a Bolivia para recuperar el poder perdido, si les digo…).
Evo pudo haber sido el mejor presidente de la historia de Bolivia si hubiera entendido que se tenía que ir en su mejor momento. Pero quiso eternizarse y ahora anda a salto de mata.
Te lo digo mi hijo, para que lo entiendas mi nuera.
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