Brenda Caballero / “¿Sabías que ese refresco tiene mucha azúcar, tía?” Me dijo Santi, mientras me señalaba una bebida de cola que estaba en el comedor. Sí –le contesté– ¡Muchas cucharadas de azúcar!
Me extrañó que a sus siete años ya supiera del exceso de azúcar en los refrescos, sin embargo, recordé que le habían encargado una tarea sobre las bebidas azucaradas en su escuela.
“Debe tener como 3 cucharadas”, le dije. No, son más –me respondió con su vocecita, muy seguro de lo que decía. Mi curiosidad me llevó a cuestionarlo un poco más sobre ese trabajo que había hecho y lo primero que respondió era que los refrescos nos hacían gordos y enfermos… pero que no nada más los refrescos, “¡también los jugos!”, exclamó.
De cierto modo sentí tranquilidad de que relacionara refrescos-azúcar-obesidad-enfermedad, pues de allí en adelante sería su decisión después del conocimiento adquirido si quería tomar refresco con mucha azúcar con la probabilidad de padecer obesidad y posteriormente enfermedades como la diabetes; pero aunque ya tiene conocimiento de ello, a su edad, mucho dependerá de que su mamá le compre refrescos, jugos o leches con altos niveles de calorías para su consumo en casa.
Pero ¿y en la escuela?
Esta duda me surge cuando leo que en las escuelas secundarias y en los bachilleratos de todo el estado de Veracruz sólo se venderán bebidas Pepsi. Es decir, la SEV firmó un contrato de exclusividad con la refresquera y lo justifican diciendo que desde antes ya se vendían refrescos con “exclusividad” pero que ahora la medida se transparenta.
El asunto no es la transparencia del contrato, ni las otras empresas que no podrán vender sus bebidas y que serán afectadas económicamente hablando, sino el hecho de que estamos fomentando adolescentes y jóvenes obesos. ¡Ese es el problema! ¿Le interesará eso a Zenyazen? ¿O solamente pensó en el beneficio de los 4 millones de pesos que aportará la refresquera para el mejoramiento de los planteles?
Porque seamos realistas, si la población estudiantil es la que consumirá los refrescos, lo más justo sería que esos 4 millones de pesos se dediquen a la salud de los mismos estudiantes para tratamiento de caries, para disminuir la obesidad, no a pintura ni compra de mobiliario, pues ésa es parte de la obligación del estado y para ello hasta en Veracruz hay un impuesto al fomento a la educación.
Recordemos que los refrescos, bebidas saborizadas, así como concentrados, polvos, jarabes, esencias y extractos usados para prepararlas, este año están gravados con 1.17 pesos por litro del Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS), el que pagamos los consumidores finales.
Cuando nació este impuesto federal hasta se le dio el nombre de Impuesto Chatarra, pues va dirigido a los alimentos con alto contenido calórico para evitar que la población los consumiera al aumentar sus precios, y supuestamente su recaudación sería para combatir la obesidad. Situación que no ha sucedido pues de acuerdo a datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) en su reporte Panorama de Salud 2019, indica que el 72.5 por ciento de los adultos mexicanos tiene sobrepeso u obesidad, mientras que el 37.7 por ciento de los niños la padece.
Desde mi punto de vista, la SEV debería apoyar las políticas públicas que disminuyan la tasa de obesidad en el estado, limitando el acceso de refrescos a su población estudiantil, que si bien tienen libre albedrío los jóvenes, no todos tienen la fuerza de voluntad para rechazar un refresco. Desde luego, hablan de que también las cooperativas venderán aguas frescas, pero dile a un joven ¿agua o refresco? Y ganará sin duda el refresco.
Recordemos que todos los diputados federales votaron por la iniciativa del etiquetado que indica lo que estamos consumiendo como una medida contra la obesidad y el sobrepeso, aunque lo más grave de todo es que Veracruz ocupa el segundo lugar a nivel nacional en casos de diabetes mellitus y primer lugar en obesidad infantil… pero ¿A quién le importa eso? Lo importante es que tengamos escuelas bien pintadas y con mobiliario nuevo. No importa si el costo es la salud de la población estudiantil.
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