Pero como el presidente no puede fallar, o al menos no se puede equivocar, entonces había que echarle la culpa a alguien y ese alguien fue al Ejército. Señala la revista Proceso: «La orden de liberar al hijo de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, la carga política del Ejército en el fracaso de la detención y la reacción contra las críticas a la estrategia atizan silenciosamente el bajo estado de ánimo entre la tropa y oficiales».
De ahí que el presidente hablara de un golpe de Estado, razón por la cual recibiera duras críticas que lo obligaron no a rectificar, porque el presidente no se equivoca, sino a matizar su alarmista expresión. Ahora, en un mensaje lanzado en sus redes sociales, López Obrador trata de tranquilizar a los mexicanos diciendo que «vamos bien y no hay nada que temer».