Si algo se elimina de nuestro cuerpo por algo debe ser, lo más sabio es no volver a introducirlo. Esta es la principal premisa para desmentir esta pseudoterapia que, si bien se remonta a la antigua Roma, cuando se recomendaban los enjuagues de orina para blanquear los dientes. La orina está compuesta por agua, aproximadamente contiene un 95 por ciento. No obstante, no es la única sustancia que se encuentra en ella, ya que también contiene urea, cloruro de sodio, fosfatos, sulfatos, creatinina, sales de amonio, ácido hipúrico y otros compuestos, procedentes del proceso de filtrado que llevan a cabo los riñones.
Pero los defensores de la “orinoterapia” no se centran en esta parte de la composición de la orina, sino en su alto contenido en sustancias supuestamente beneficiosas. Por ejemplo, los hay quienes afirman que contiene parte de las defensas de nuestro propio organismo y que por eso es importante volver a usarlas para tratar infecciones. Por otro lado, aunque la orina salga estéril, es fácil que se contamine, por lo que podrían generarse numerosas infecciones en los ojos o donde quiera que se haya decidido aplicarla. Esta es la razón por la que tampoco sirve para aliviar quemaduras o picaduras de insecto, aunque sea algo que probablemente hemos escuchado alguna vez en el ideario popular.