Decir que a Martha Érika Alonso y a Rafael Moreno Valle los castigó Dios matándolos, es insultar el recuerdo que su hijo guarda de ellos; es insultar el amor que sus seres queridos tenían hacia las dos personas. Ahora bien, la incapacidad que tiene Miguel Barbosa para rectificar y pedir disculpas por los dislates que comete, sólo hablan de un sujeto discapacitado, un sujeto que no se levanta de su propio vómito, sino que se queda ahí comiendo de esa miasma que salió de su propia boca.
“Que se queden sentados, que se queden sentados. Miren, las expresiones fueron de cultura popular, verdad que sí, todos hemos tenido, ¿Sí o no?”, dice el estúpido gobernador. Y se emperra: “No voy a cambiar mi estilo de ser y pensar, pero a ver, disculpas ningunas, cómo creen”.