Matías llevaba un tiempo encerrado en su casa. La muerte de su madre y el diagnóstico de un cáncer de páncreas le habían llevado a aislarse en el sótano de su casa. Los vecinos le habían perdido de vista hacía un mes. La policía encontró su cadáver el domingo por la tarde después de que una vecina denunciara el mal olor que salía por debajo de la puerta. Encerrada con el cuerpo en descomposición y sin comida estaba una perra que vivía con él, la perrita llevaba más de un mes si comer. Por las marcas en el pie de Matías, se sabe que la mascota se comió parte del pie derecho de su dueño.
La muerte de su madre marcó el principio de su fin para Matías. Una mañana, Paquita, su madre, le dijo a Matías que no se sentía bien, que se fuera al bar a desayunar. El hijo fue al lugar más cercano, tomó café y al volver se encontró muerta a su madre. Aquello le causó una gran impresión. La anécdota la cuenta el dueño del bar El Rejas, amigo de cabecera de la familia. «El chico fue de capa caída cuando pasó eso y después tuvo el cáncer, lo que lo llevó a una declive total», señala el amigo de la familia.
El cadáver fue encontrado encima de la cama del sótano. En el momento de su muerte a los 56 años, Matías estaba de baja laboral. Era cocinero de la cárcel de Soto del Real hasta que la enfermedad le impidió seguir trabajando. En los últimos tiempos había tenido una mala relación con el resto de gente del edificio, porque ponía la música muy alta y no limpiaba la suciedad de la perra, a la que había dejado de sacar a pasear. Sin embargo, nadie le echó de menos cuando desapareció. Las autoridades ya están buscando los motivos exactos por lo que ocurrió este suceso.
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