Una parte de la prensa de Veracruz aceptó las migajas que ofreció el gobierno de Veracruz. No pueden esconder su vergüenza porque de manera discreta o de forma descarada y abierta están disculpando las torpezas de un gobierno que sigue mostrando el cobre. Los conocemos y nos conocen. Algunos de esos nos comentaron su situación no sólo precaria, nos preguntaron cómo le hacíamos para sobrevivir, les compartimos la fórmula, pero nos dijeron que a ellos no les interesaba el tráfico o los lectores, a ellos les importaba el convenio; ya lo tienen, chiquito, pero seguro.
Esa prensa abyecta, por unas cuantas monedas, se dejó poner la correa que Éric Cisneros les ofreció. Cabe mencionar que esa correa obliga a Cisneros Burgos a dar sus croquetas a esos periodistas para que no pasen hambre, pero al ponerles esa correa también le da derecho a Cisneros Burgos de darles de palos si se quieren salir del huacal. Es la misma prensa que desde los tiempos de Fidel Herrera se enseñó a hacer un “periodismo” palero y así con Duarte lo siguieron cultivando y se hicieron expertos.
Cuitláhuac García, quien ya es un baluarte de torpeza a nivel nacional, no podría, ni con mil periodistas abyectos, revertir la pésima imagen que de sí mismo ha forjado; pero lo intenta. Y no podría porque ese periodismo abyecto está bien identificado entre los lectores y pocos, muy pocos se dejan llevar por sus dichos; y no podría porque apenas el gobernador abre la boca, suelta una más de sus frases célebres cargadas de su estulticia.
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