Jorge Flores Martínez / Siempre he creído que acabar con la pobreza es un tema que se debe abordar desde distintas perspectivas y a través de enfoques que se centren más en la economía que en el discurso político, es decir, el objetivo debe ser generar riqueza y replicar modelos que hayan tenido éxito y dejar a un lado la demagogia.
Veracruz en el 2018, según datos del Coneval, hay poco mas de 5 millones de veracruzanos en pobreza, de los cuales 1 millón y medio se encuentran en pobreza extrema. Si atendemos que una cuarta parte de estos son menores de 14 años, la cifra de niños y niñas en pobreza extrema es de 375 mil.
En nuestro estado, para nuestra vergüenza, existen 375 mil niños y niñas que viven en pobreza extrema, de estos, podemos suponer que gran parte son indígenas y viven en los municipios más pobres y marginados, no solo de Veracruz, de México.
¿Cómo acabar con la pobreza extrema en Veracruz?
Estoy convencido que única forma es con educación y con proyectos a mediano y largo plazo, todo lo demás es asistencialismo inútil y demagogia barata.
Vamos a suponer que se tengan detectados los municipios que concentren el mayor porcentaje de niños y niñas en pobreza extrema y que por cuestiones de efectividad, se determine concentrar el programa en 20 municipios y 20 mil menores.
En estos municipios se construirán o habilitaran centros de educación científica y tecnológica de primer nivel mundial. Se retomarán programas gubernamentales existentes y algunas iniciativas de educación a distancia que han tenido éxito en otras latitudes y que deberíamos replicar en Veracruz.
Se me ocurre por ejemplo, establecer convenios educativos con universidades mexicanas y extranjeras que, por medio de programas de educación a distancia, den clases de ciencias a los niños y niñas. Estas clases estarán apoyadas por maestros y pasantes universitarios que guíen a los menores en los cursos, y por supuesto, recibirán un estimulo económico y académico por su participación.
El objetivo a mediano plazo, es que estos niños y niñas dominen el inglés como bostonianos, la ciencia y tecnología como coreanos y que por medio de convenios con universidades, estén en condiciones, una vez que terminen su educación media superior, de seguir sus estudios en el país o en el extranjero.
Claro que es importante que conserven su identidad como veracruzanos y como indígenas, pero lo harán como hombres y mujeres del siglo XXI.
Los padres de los niños recibirán un estimulo económico, así como también, en caso de desearlo, podrán participar con trabajo y apoyo en estos centros. Las localidades se verían beneficiadas con apoyos de programas de gobierno, como salud y alimentación.
Vamos a suponer que a los 10 años de implementado, se tenga un porcentaje de éxito del 70%. Esto representaría que tendríamos 14 mil jóvenes científicos veracruzanos estudiando en varias universidades de México y el mundo.
Estos 14 mil jóvenes serían el detonante para sacar de la pobreza extrema en el mediano plazo a miles de veracruzanos más y que por su efecto multiplicador, reducir la pobreza drásticamente en todo el estado.
Es claro que este proyecto es a mediano y largo plazo, pero la pobreza en nuestro estado es estructural y cultural, no hay atajos ni soluciones mágicas, la tenemos que abordar desde la infancia y cortar su origen y causas de permanencia.
Este programa costaría menos del 1% del presupuesto anual del estado, algo así como mil millones de pesos al año. Para evitar los impulsos malsanos de nuestros políticos, deberá contar con candados con organismos nacionales e internacionales que vigilen su implementación y control administrativo. La revisión de resultados sería anual y la evaluación de objetivos cada 10 años, por medio de un consejo integrado por especialistas nacionales e internacionales.
Durante muchos años hemos abordado el problema de pobreza de forma equivocada, la pregunta no es cómo reducirla, siempre ha sido cómo podemos aumentar la riqueza y las oportunidades de los grupos vulnerables.
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