¿Y qué es lo que lo hizo conducir ese día? El señor Coella de 96 años llevaba a su hijo de 63 años, quien sufre de una discapacidad, a que le hicieran análisis de sangre pues su hijo tiene cáncer. El benévolo juez Caprio le dijo al anciano: «¿Ve a ese joven allí? Es mi hijo. Ahora me mira e inquiere: ‘Papá, cuando tengas 90 años, ¿me llevarás en coche también? (…) Me pone una gran presión» dijo en broma el juez.
Al final, el juez le perdonó la multa y le dijo: «Escuche, señor, le deseo todo lo mejor. Le deseo lo mejor a su hijo y le deseo buena salud. Su caso es desestimado. Buena suerte y que Dios le bendiga». Si bien es cierto que los casos que juzga el juez Frank Caprio y que salen en un canal de televisión son infracciones no muy graves, la bondad del juez nos muestra que a la justicia en el mundo le hace falta un poco de sentido común, un poco de misericordia.