Un día después del asesinato de Jorge Celestino Ruiz Sánchez, el gobernador Cuitláhuac García se reunió con un grupo de periodistas, no más de 20 dice uno de los asistentes, 18 exactos dice alguien que no estuvo ahí. Comieron ensalada de fruta con nuez, salmón con espárragos y mousse de fresa. Pero lo más sabroso de la cena fue la promesa de los acuerdos para publicitar las obras del Gobierno del estado, es decir, el tan anhelado convenio. Vaya, se pudieron haber ahorrado el banquete, les pudieron haber dado frijoles hervidos con epazote, ellos a lo que iban era por esa promesa.
Mientras ellos cenaban con el gobernador, en casa de Celestino Ruiz Sánchez alguien limpiaba la sangre del comunicador. Paco de Luna, quien no fue invitado a la cena, fue a Actopan, Veracruz para grabar la escena; demasiada sangre, mucha sangre, más sangre que la que corría por las venas de esos 18 periodistas que departían jubilosos con el gobernador. Se necesitaba esa sangre derramada para el nacimiento de un nuevo grupo, “Los Cuicos”.
Por supuesto, no se puede decir que todos los asistentes formarán parte de ese exclusivo grupo de panegiristas que en adelante tendrán una ardua tarea, encubrir los yerros del gobernador y llenar de halagos su persona. Algunos empezaron de inmediato, otros ya lo venían haciendo de tiempo.
Los que ayer decían que el joven Javier Duarte sería el mejor gobernador de Veracruz, ahora lo dirán de Cuitláhuac García; los que decían que Gina Domínguez era una Juana de Arco, ahora lo dirán de Iván Luna. Los gobiernos cambian, la abyectos nunca.
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