Se hacía llamar Keilanny Boo y se le consideraba una influencer, es decir, ese tipo de celebridad casera que consigue un grupo de idiotas seguidores que celebran todos sus movimientos, todas sus pendejadas. Keilanny Boo tenía siete mil 143 suscriptores en YouTube, más de 57 mil seguidores en Instagram y 136 mil seguidores en Facebook. Vestía como a miles de jóvenes les gustaría vestir, se maquillaba como a muchas señoritas les gustaría maquillarse, y andaba con sujetos a los que muchas chicas les gustaría conocer.
Keilanny Boo presumía sus viajes, sus excesos, sus amistades y sus armas. Pero qué creen jóvenes influenciables, la asesinaron el mes pasado afuera de una chelería en el Estado de México. Las investigaciones de la Fiscalía del Edomex indican que Keilanny Boo estaba involucrada con La Unión de Tepito, un grupo delictivo que controla las extorsiones, la venta de droga y las ejecuciones en buena parte de la Ciudad de México.
Keilanny Boo es un ejemplo de la gente que anda por ahí y se dice influencer; que buscan una recua de incautos para inocularles su propia estupidez. ¡Cuidado padres de familia! Chequen por quiénes se están dejando influenciar sus hijos.
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