Los que lo conocen, saben que Javier Duarte era aficionado a la copa. Por eso lo dejaban tomar lo que quisieran, algunos fichaban junto a él, se servían agua mineral entintada con refresco, mientras el otro se las pasaba enteras y en las rocas. Dejaban que eso pasara porque sabían que, a Duarte, después de unas copas se le soltaba la lengua o se le iba la cochina al monte. Si no que le pregunten a Carlos Romero Deschamps, quien en una peda lo tuvo cerca y recibió del gobernador un opúsculo cálido, viscoso, salivoso, aguardentoso.
El periodista Mussio Cárdenas recogió ese momento y bautizó a Duarte “El besamachos”. El mismo Mussio relata en su columna más reciente algunas de las cosas que borracho decía Javier Duarte: «Una charla entre copas tornándose en bacanal. Y Javier Duarte no paraba de hablar. Una pequeña habitación, discreta, sobria, sitio para dos, para diseñar alianzas y trabar acuerdos, concertar y disertar, que si la gobernabilidad, que si la lealtad, que si Fidel, que si la traición. Y Duarte se voló. Con tantos millones a la campaña, Peña Nieto era su peón. O eso creyó.
Peña Nieto, según Duarte, estaba adentro por el dinero aportado. “A mí me la pela Peña Nieto”, soltó como solía hacer, dos o tres tragos adentro, fuera de control, imaginando que el súbdito que paga tributo puede someter al rey. Y el que se la peló fue Duarte». Para más información siga este enlace: https://libertadbajopalabra.com/2019/07/19/javier-duarte-a-mi-me-la-pela-pena-nieto/
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