Jesús J. Castañeda Nevárez / Las circunstancias no podían ser peores; después de haber ganado una licitación y haber tenido que conseguir dinero para financiar el bien o servicio contratado, dejando en garantía bienes patrimoniales, además de algunos esfuerzos adicionales para cumplir en tiempo y forma el compromiso, vino una muy larga espera para recibir el pago.
Fueron muchas horas, días, semanas y meses de espera. Gestiones ordinarias ante la Dependencia contratante y posteriormente ante la Sefiplan, donde las horas de sala fueron incontables; los accesos, los pasillos, los escritorios y la gente se volvieron familiares; con muchas personas que se fueron hermanando al compartir historias desesperadas de una crisis que se avecinaba y que cada día que transcurría se hacía más cercana.
Las llamadas de las instituciones financieras comenzaron a llegar; las presiones iban en aumento porque se comenzaron a sumar los compromisos cotidianos, como rentas, luz, teléfono, el salario de los trabajadores que también comenzó a rezagarse, así como el pago de impuestos.
Hombres y mujeres nerviosos y angustiados recorriendo el pasillo frente a la Tesorería de Sefiplan, porque en la pequeña sala de espera con espacio para 6 personas sentadas, habían 15 o 20 de pie que se movían en ritmo de evidente cansancio.
Las promesas de pago salían disparadas sin dar en el objetivo, porque ya no resultaban creíbles; todos buscaban hechos concretos.
El tiempo avanzaba en contra; eran los últimos meses del gobierno duartista y el escenario político electoral comenzaba a pintase de otro color por el hartazgo de la gente ante el brutal saqueo que se iba descubriendo.
Las boletas electorales fueron la evidencia del enojo popular que castigó al ladrón y dio un voto de confianza al que se comprometió a castigarlo.
Los últimos meses del 2016 fueron el extremo de la desesperación. La salida anticipada del gobernante; la percepción de una huída masiva de los principales ejecutores del robo a las finanzas públicas; la certeza de no recibir pago llevó a algunos proveedores a situaciones extremas de bloqueo de las vías de comunicación y las oficinas de Sefiplan donde se incendió un vehículo en clara muestra del repudio y la frustración.
Llegó el relevo en la gubernatura; nuevas expectativas; otro color pintaba el Estado y también el ánimo de los veracruzanos, por la esperanza de que llegaría la justicia para los proveedores agraviados y se instrumentarían acciones de pago y reparación de daños, para lo cual sólo habría un plazo de 18 meses de los 24 que constaría esa administración.
Después de varios meses de excusas y argumentaciones sobre el desorden en que se recibió la información, se inició un plan de revisión a través de una plataforma tecnológica administrada por la Sefiplan y posteriormente vino la descalificación y la acusación; todos fantasmas, todos cómplices del ladrón y por consiguiente no hubo pagos.
Adicional a la falta de pagos vino la exclusión de todos los proveedores veracruzanos que fueron sustituidos por poblanos y chilangos, asestando un duro golpe a las empresas veracruzanas y por consiguiente a la economía local. El desempleo del sector privado se sumó a los miles de burócratas que también fueron reemplazados por poblanos y chilangos.
Fue un 30 de mayo 2018 cuando aparece un grupo de proveedores que bajo la figura de una AC llamada Empresas SOS inicia la batalla por el pago. No eran muchos, pero lo hicieron de frente, con la convicción de quien reclama lo justo.
Hubo un breve diálogo con algunos funcionarios de 2º y 3er nivel que no tuvieron más que excusas: “no es un problema nuestro, sino de los que se fueron”; “nos dejaron un desmadre de información”; “estamos arreglando el cochinero que nos dejaron y eso va a llevarnos algo de tiempo”; “porqué nos reclaman a nosotros y no le reclamaron a los que no les pagaron”.
El proceso electoral estaba a la puerta y esa era la prioridad del gobernante. Todos los recursos del Estado estaban puestos en la sucesión monárquica y todo lo demás tenía que esperar a que, llegado el triunfo, los festejos y posteriormente la coronación, el pueblo, ya en calidad de súbditos acudiera a presentar sus peticiones y esperar la benevolencia del nuevo gobierno.
El pueblo se cansó y nuevamente la boleta electoral dio cuenta del enojo y la frustración que castigó al agresor y otorgó un voto de confianza al que se comprometió hacer justicia. Otro cambio de color.
Fue el 16 de julio de 2018 a las 10:30 am, cuando el grupo de empresarios proveedores afiliados a Empresas SOS acudieron al Palacio de Gobierno a solicitar audiencia con el titular del Ejecutivo y plantearle la necesidad de que se les pagara los adeudos para reactivar la economía de Veracruz.
La espera fue larga; la decisión era esperar el tiempo que fuera necesario hasta ser atendidos por el gobernador.
Las horas pasaron y entonces llegaron víveres que otros empresarios enviaron en apoyo a los que aguardaban pacientemente. Y así llegó la noche.
Los medios de comunicación habían dado cuenta de todos los detalles y la sociedad estaba informada de lo que ocurría en Palacio de Gobierno.
A las 8 pm llegaron las fuerzas públicas y rodearon el Palacio; la sensación de un violento desalojo se comenzaba a respirar. Pronto la advertencia llegó por medio de varias entrevistas que algunos medios realizaron con los empresarios apostados en el interior.
No había miedo, había confianza, pues no había ningún hecho vandálico, además de que hacía unos cuantos meses que un grupo de alcaldes encabezados por el hijo del gobernador había tomado las instalaciones de Palacio de Gobierno en reclamo de pagos y no fueron desalojados.
Justo a las 8:50 pm ingresaron al área de la sala de espera de la oficina del gobernador un grupo de civiles y en cuanto informaron que el edificio tenía que ser desalojado por “logística” a las 9 de la noche y por lo tanto se les “invitaba” a salir, procedieron a los empujones, gritos, insultos, golpes.
Hombres y mujeres empresarios, algunos mayores de edad, todos fueron violentamente empujados al exterior del Palacio en una clara demostración del coraje y frustración de un gobernador que perdió la oportunidad de perpetuarse a través de sus descendientes.
Eso sucedió justo hace un año y ya es historia, pero esto continúa . . . . .
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