Jorge Díaz Bartolomé / Desde finales del siglo XIX la capital veracruzana ya era conocida por ser una ciudad industrial, las fábricas de hilados y tejidos tenían una fuerte presencia; el paso del Ferrocarril Interoceánico generó en la región un importante desarrollo, en la zona de la estación se instalaron algunas factorías, entre ellas la fábrica de cerveza “La Estrella” y la fábrica de jabón “Julieta”. Fue en aquella época que los hermanos Celedonio y Gustavo Nachón Álvarez, originarios de la villa de Infiesto en Asturias, España, decidieron invertir en Xalapa y constituyeron una sociedad para fundar una fábrica de escobas, escobetas y cepillos, en un solar junto a la vía del ferrocarril, muy cerca de la estación del ferroviaria.
En 1912 una fuerte inundación afectó la zona de Los Sauces y con ello la fábrica quedó dañada, testimonios cuentan que uno de sus propietarios se resguardó en los tapancos del inmueble. En 1940 el inmueble fue vendido a don José Grayeb, quien no le dio un uso específico y fue utilizado como bodega. Hacia mediados del siglo pasado, don José vendió el edificio ruinoso a la sociedad de Exportadores de Café de Xalapa, quienes dieron trabajo a las escogedoras de café, con el tiempo, el inmueble quedó en desuso hasta la década de los noventa, cuando un grupo de jóvenes inversionistas, algunos hijos de aquellos socios exportadores, decidieron abrir en sociedad una discoteca a la que llamaron Adagio; desde entonces, el lugar funcionó como centro nocturno (con otros propietarios), hasta el año 2018.
El edificio podría estar catalogado por una declaratoria de protección, si nos remetimos al Decreto 20 de diciembre de 1990, cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari declaró por primera vez Zona Federal de Monumentos Históricos de Xalapa (cabe mencionar que nunca se ha respetado), con la intención de proteger un perímetro de 0.33 kilómetros cuadrados, abarcando un área de 28 manzanas y los inmuebles de los siglos XVII al XIX que se encontraran dentro, éste fue el llamado perímetro “A”; en el año 2004, el perímetro fue ampliado hasta las inmediaciones de Los Sauces, llamándolo perímetro “B”. Dicho lo anterior, si el inmueble está dentro del perímetro “B”, sería competencia del INAH defender su demolición; por otro lado, si el edificio estuviera fuera del perímetro antes mencionado y por ser un edificio que corresponde al pasado siglo, el INBAI sería la institución encargada de su evaluación y posterior protección. El edificio de La Cepillera tiene un valor arquitectónico -no histórico-, su conservación dependería únicamente si se le da un uso específico, utilizando el mismo ejemplo de las ruinas de la vecina fabrica “La Estrella” -se ubican más adelante, sobre Ruiz Cortines-, la cual se respetó y al mismo tiempo se construyó una tienda de conveniencia. También es importante señalar que el edificio no se encuentra sobre el cauce del río Santiago, como se ha venido mencionando.
Lo ideal sería que el ayuntamiento adquiriera el inmueble y albergara en ese sitio el tan anhelando “Museo del Ferrocarril”, reubicando la locomotora de vapor 281 de Ferrocarriles Nacionales que está actualmente frente a la clínica 66 del IMSS. El museo formaría parte de la red de “Museos del Ferrocarril” que se encuentran en el país, estaría situado en una zona ferrocarrilera por excelencia y contribuiría a la cultura y bienestar de una zona que ha sido azotada por la delincuencia.
¿Sería como pedir peras al olmo?
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