Hoegel escondió su rostro detrás de una carpeta de plástico azul cuando la policía y su abogado lo llevaron a la sala de la corte en la ciudad norteña de Oldenburg. El alemán declaró que, cuando inyectaba a sus pacientes con alguna dosis letal, sentía que les daba un poco de ayuda para que pudieran descansar en paz.
Los fiscales en la ciudad de Oldenburg, en el norte de Alemania, dicen que los informes de investigación y toxicología mostraron que inyectó a 35 personas en una clínica en Oldenburg y a 62 en otra clínica en Delmenhorst con medicamentos que podían matarlos. Algunos de los familiares de las víctimas reclaman a la justicia: «Queremos que reciba la sentencia que se merece». El juez dictó dos sentencias más de cadena perpetua para el enfermero de la muerte. Niels Hoegel pasará el resto de su vida encerrado en una prisión de máxima seguridad sin poder ver la luz del día por el resto de su vida.