Edgar Landa Hernandez. / El universo es una confrontación de energía que se transforma constantemente. Alineamientos que constatan que todo tiene un ¡porqué! Una respuesta.
Vibraciones que emanan de los seres que habitamos en este plano terrenal compartiendo con una diversidad de asombrosos sucesos que a la postre nos servirán para continuar en el aprendizaje que nos ha de llevar a tierra firme.
Mientras se efectuaba el taller literario “Libertad bajo palabra” en la Quinta de las rosas, el pasado jueves, charlaba con el estimado periodista y escritor Armando Ortiz de la posibilidad de incluir a escritores y poetas del Colectivo café literario, quienes recientemente organizaron en esta ciudad capital, el primer congreso estatal de escritores. Para compartir junto con ellos el espacio y sobre todo para ir dando a conocer las diversas obras de los literatos xalapeños, cosa que fue bien vista por el amigo Armando, que entre sus obras destaca, “la noche que murió River Phoenix, “carta breve a una joven poeta! “Todos estamos muertos” y otras muchas más.
Durante la charla se destacó de la importancia de la poesía hoy en día. Y salió a relucir el tema de la poesía, preguntándonos ¿Qué es la poesía?
Y ya entrando en detalle, nos compartió uno de sus textos, en donde de una manera magistral nos explica desde su perspectiva lo que es la poseía, fiel a su estilo, de una forma parsimoniosa, con el tono de voz que transmite al que lo escucha parte de su sentir convirtiéndonos en uno solo. Y se las comparto:
Estimada joven, en primer lugar agradezco la confianza que tuvo para enviarme sus poemas, a mí, que nunca he tenido el valor de publicar los pocos versos que he escrito. Es por eso que yo no me considero poeta. Le confieso, un día lo intenté, me hice de unas cuantas metáforas, enlacé imágenes, palabras; busqué en la retórica maneras bonitas de decir las cosas pero no pude escribir un solo poema que pudiera considerar válido. Después de leer a Octavio Paz, a José Carlos Becerra, a Pessoa y a Emily Dickinson perdí completamente el valor. Ese día entendí que la poesía no es un asunto de signos y palabras; la poesía, lo supe por estos poetas, es un asunto de intuición.
La poesía no se entiende, se siente. Es esa sensibilidad la que hace a los poetas seres diferentes, únicos. Somos más mortales que ellos, porque los poetas reconocen el mundo a plenitud y nosotros sólo tomamos una parte de él.
Se puede decir que la literatura es una tormenta donde la lluvia es la prosa y la poesía es el relámpago. Surge espontáneo, intenso, luminoso. Resplandece por encima del mundo, por encima de las palabras. La imagen poética se defiende del ser que la concibe, del mundo que describe, de la intención que nace del poeta que sólo es un instrumento: ser alienado que transita breve por la tierra mientras el poema se transmuta eterno.
Quiero decirle que he leído con atención sus textos y me permito reconocer que en su poesía hay una búsqueda. No está mal. En todos sus poemas el ser amado vive en una constante amenaza de ausencia. Pero sepa usted que el amado no nos pertenece. Dice Denis de Rougemont que el amado no existe, nosotros lo inventamos a partir de nuestras necesidades. Cierto, cuando el amado ha sido creado, nos sentimos dueños, amos y señores de él, creemos tener una pertenencia y no estamos dispuestos a dejarlo ir. Es por eso que asoma el amado en su poesía, porque en usted surge ya la necesidad de mantenerlo asido. Pero el amado no lo es todo; uno mismo también cuenta. Por causa del amado nos olvidamos de nuestro ser y de su naturaleza, de la naturaleza que nos cobija y de sus seres que nos acompañan. No deje por ninguna razón que el amado obnubile su poesía.
Debe usted saber que es tan infinita la poesía que nos rodea, sólo hay que aprender a mirarla. La poesía está en todas partes, es omnipresente, se despierta antes del amanecer y no culmina en el ocaso. La poesía brota, eclosiona y nosotros no podemos permanecer impávidos. Es por eso que me gustaría que esa intensidad con que desea mantener asido al amado, sea también para descubrir la poesía que se vuelve cotidiana y para no dejar que se pase de largo. Olvídese por un momento del nombre de las cosas y vuelva a nombrarlas con el asombro de quien las ve por primera vez. Ahora bien, entienda que escribir poemas no necesariamente es escribir poesía. Recuerde que el poema sólo se comunica con el hombre cuando en éste existe poesía.
Ahora bien, respecto a si su poesía es buena o mala, ¿quién lo sabe? No hay nada peor para un poeta que el atenerse a las recomendaciones de los críticos, muchos de los cuales tienen amputada la sensibilidad. Yo sólo sé de una poesía, esa que me llega por la emoción, por la piel, por el deseo, por la respiración. Por eso, cuando escriba poesía no trate de imitar las palabras y las imágenes del poeta leído, antes bien aspire profundamente y sienta el aroma del poema, trate de comprender el punto intuitivo de éste.
Pero le advierto una cosa: sea consciente que conforme se va usted haciendo poeta se enemista con el mundo; a cambio de eso concilia con la naturaleza, con usted mismo. A final de cuentas, ¿qué es poesía?, se lo preguntaba Bécquer y contestaba de la manera más simple: “poesía eres tú”. Porque después de todo, la poesía, como todas las cosas que valen la pena, es nuestra, nos pertenece de manera íntima porque es subjetiva.
Finalmente agradezco nuevamente su confianza al mandarme sus textos y espero en otra ocasión de usted un poema, ese que me haga recordar que hay un mar que no miro, pero que me ha mojado los pies al leerlo en sus palabras.
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