No se podría decir que Claudia Sheinbaum estaba en un lecho de rosas, gobernar la Ciudad de México debe ser una responsabilidad enorme, pero digamos que ella era de las discípulas de López Obrador que estaba haciendo un buen trabajo. Pero vinieron los secuestros, particularmente el de Norberto Ronquillo, que impactó a toda la sociedad mexicana por la inmediata crueldad; lo secuestraron, asesinaron en pocas horas y todavía pidieron rescate. De inmediato la sociedad, y también los enemigos políticos de la Sheinbaum, se le fueron encima exigiendo resultados y en caso de no poder darlos, pues exigieron su renuncia.
Entonces apareció Superamlo, el defensor de los gobernantes morenistas desvalidos. Andrés Manuel López Obrador le levantó la mano a la Sheinbaum y dijo: «La maltratan mucho unos grandulones, abusivos, ventajosos, pero no está sola, tiene el apoyo del presidente de la república». Si esa hubiera sido la solución, qué bueno. Pero no, el caso Norberto Ronquillo se les está haciendo bolas, para colmó secuestraron a otro universitario, un seminarista al que también asesinaron.
Y así, después fue otra estudiante y recientemente una pareja a la que asesinaron también en Tlalpan, y como daño colateral las balas alcanzaron a un bebé. Lo dicho, el espaldarazo de Superamlo a Claudia Sheinbaum no sirvió de nada; lo único que consiguió López Obrador fue que los medios se fijaran más en ella y en sus deficiencias.
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