No es posible que el presidente Andrés Manuel López Obrador haya visitado a Veracruz en siete ocasiones y que no se haya dado cuenta del nepotismo que impera en el Gobierno del estado de Veracruz. La primera, pues se entiende, la segunda igual, pero después de la quinta visita no hay excusa. Queda claro que la prioridad de Andrés Manuel López Obrador no es venir a Veracruz para certificar que los principios de su doctrina se cumplan: «No mentir, no robar, no traicionar». En varios de sus discursos el presidente de México ha dejado muy en claro que su gobierno no va a permitir ni nepotismo ni influyentismo, para él esas prácticas abominables deben ser desterradas.
Para muestra un botón, el botón más grande del gobierno de Cuitláhuac García, su primo Eleazar Guerrero, subsecretario de Finanzas, quien colocó a muchos duartistas dentro de puestos clave del gobierno morenista en Veracruz. Pero no sólo eso, también colocó a sus hijos en puestos clave, donde se administra el presupuesto. Eleazar Guerrero colocó a Nitzia Araceli Guerrero Barrera como directora de Atención a Población Vulnerable del sistema DIF Estatal, donde se manejan los recursos estatales y federales que no son fiscalizables.
A su hijo Eleazar Guerrero Barrera lo puso en la Dirección General de Vinculación Institucional de la Secretaría de Seguridad Pública, desde donde se operan las compras para la SSP. De modo que, si el presidente decide investigar el nepotismo y el influyentismo, y así se lo debemos exigir, en Veracruz va a encontrar mucha tela de donde cortar.
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