En México, cuando una persona te dice que ya te vieron la cara de “buena gente”, en realidad te están diciendo que ya te vieron la cara de tonto. En un puesto de la responsabilidad que tiene Cuitláhuac García, no basta con ser buena gente, no basta con ser honesto. Pero, ¿en realidad Cuitláhuac García es honesto? En los pocos meses que ha tenido como gobernador del estado ha mostrado ya de qué está hecho y uno se pregunta:
¿Se puede ser honesto, pero al mismo tiempo incapaz y no reconocerlo? ¿Se puede ser honesto y al mismo tiempo burlarse de las preocupaciones de los periodistas? ¿Se puede ser honesto y permitir que uno de tus familiares esté haciendo negocios a expensas tuya? ¿Se puede ser honesto y simular que hay preocupación por la violencia en Veracruz, pero al mismo tiempo no hacer nada? ¿Se puede ser honesto y dejar que te vean la cara tus subordinados? ¿Se puede ser honesto y sólo responder con exabruptos, en lugar de aplicar la ley caiga el que caiga?
Por mucho que Andrés Manuel López Obrador venga y nos diga que Cuitláhuac García es honesto, no por ello milagrosamente se convertirá en honesto. Es más, precisamente porque López Obrador ha venido tantas veces a repetirnos que el Cuic es honesto, ya no se lo creemos, y eso porque sabe que en Veracruz ya tienen claro que no lo es.
Es como la madre que tiene un hijo feo, y que acude a la escuela de su hijo para pregonar que el suyo es el niño más lindo del plantel. Todos mirarán el rostro de su vástago y entenderán que el amor de una madre es ciego. Así López Obrador con Cuitláhuac, por más que nos diga que es bonito, lo vemos tal como es.
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