Ahued y el Sistema benevolente

Ricardo Ahued y Andrés Manuel López Obrador FOTO: WEB
- en Opinión

Salvador Muñoz / No cabe duda –decían los priístas en la añoranza de aquellos tiempos idos– el Sistema era benevolente. Hacías y deshacías, pero jamás podrías romper las reglas no escritas del juego del Sistema. Muchos ejemplos quizás se podrían citar a lo largo de la historia de México del siglo pasado como el actual… pero por ser el más fresco, está el caso de Javier Duarte de Ochoa.

Cuentan que desde el Altiplano, estaba puesta la mira en el estado de Veracruz por una serie de asuntos, como eran los desaparecidos, los periodistas muertos, las manifestaciones en demanda de pago por parte de pensionados, la UV protestando en la calle, y un largo etcétera, que hacía que los ojos del país voltearan insistentemente al Golfo de México… es una referencia geográfica, no un mote al ex gobernador.

Fue entonces que mandaron a llamar a Javier Duarte y le propusieron dos alternativas: un cargo federal o en el extranjero. El orgullo (debemos llamarlo de algún modo) del mandatario estatal fue lastimado con tal propuesta, y sentenció su futuro, sosteniendo que él iba a continuar en su gobierno durante los seis años… pero ni los terminó, ni tuvo cargo federal ni en el extranjero. Huyó, sí, pero el Sistema siempre supo dónde estaba, cada paso que daba y con quién platicaba y se comunicaba.

¿Y por qué lo detienen?

No por un acto de Ley o Justicia, sino porque Javier Duarte, quien pasaba de Chiapas a Guatemala sin alguna preocupación, pensó que ya era momento de emprender el vuelo olvidando al Sistema: Se enteraron que pensaba viajar a Colombia y de allí, volar hasta a Europa… y eso ya no se le permitió.

Los priístas sostienen que el Sistema era benevolente… y los panistas quizás tengan historias que contar que sostengan esa versión… ¿y los Morenos? Quizás igual. A seis meses de haber asumido el Poder, es posible que haya hechos que hablen de la benevolencia de la que los priístas hablan, pero la más reciente, la que nos interesa, por estar de nueva cuenta un veracruzano involucrado, es la que da pauta para que hayamos recordado esa añoranza priísta… Ricardo Ahued.

El senador veracruzano siempre se caracterizó por una de sus más afamadas cualidades: congruencia. Ya fuera como alcalde, Diputado federal o local (por el PRI), y recientemente como Senador, parecía jamás doblarse ante el Poder en turno… parecía.

En su momento, fue el candidato natural a la alcaldía de Xalapa pero por parte del PAN y sabrá Dios cómo es que lo convenció un viejo lobo de mar como es Fidel Herrera Beltrán para pasar a ser el candidato del PRI.

Sus votos en contra o en abstención tanto en San Lázaro como en Palacio de Encanto siempre hicieron pasar sinsabores a la bancada del PRI.

Incluso, hoy en el Senado por Morena, el equilibrio en sus posicionamientos alejados de dogmas e idólatras, hacían destacar a Ahued al grado de obtener el reconocimiento de sus antagonistas partidistas y por supuesto, de los ciudadanos…

En Veracruz, ante el vacío de Poder, morenos con dos dedos de frente, priístas y panistas, incluso, hasta ciudadanos apartidistas, empezaron a ver en Ahued una tabla a la cual aferrarse, ante esa versión de que en dos años, ha de ir Cuitláhuac García Jiménez a un cargo federal… abogando a la benevolencia del Sistema y aunado a que hasta estos días, la incapacidad no es delito.

Sin embargo, ese castillo de naipes empezó a tambalearse cuando el Senador Ricardo Ahued se plantó ante el Pejedente y lanzó el reto: Veracruz no es plato de segunda mesa, por eso pidió a López Obrador el mismo trato que dio a Tabasco: la recategorización de tarifas eléctricas y borrón y cuenta nueva a miles de familias a las que se les carga la mano con el recibo de luz.

La respuesta del Pejedente era una que ya había dado incluso García Jiménez: no habría tal recategorización, lo que metía en un berenjenal a los participantes en este asunto eléctrico: por un lado, tenemos a un López Obrador que se dice “choco-jarocho”, pero que no apoya del mismo modo que a los tabasqueños, a miles de familias veracruzanas; tenemos a un Gobernador incapaz de alzar la voz por esas miles de familias veracruzanas; y un Senador que ponía en entredicho a un Pejedente y a un Gobernador ante todos los veracruzanos y el país.

¡Y de repente! A invitación del Pejedente, Ricardo Ahued, el que era congruente con su política, decide aceptar la Administración General de Aduanas del país. Sí, él asegura que mantiene su compromiso con los veracruzanos, pero realmente dudamos que, desde Aduanas, Ahued tome el micrófono y vuelva a demandar el mismo trato para Veracruz que se le da a Tabasco y tampoco creemos que su suplente en el Senado, Enrique Pérez Astorga asuma esa bandera porque a como iba en la Sedecop, todo indica que el papel a realizar en su escaño será el de mera comparsa.

Sí, habrá muchas voces que celebren el nuevo encargo de Ricardo Ahued en el Senado, pero también hay muchas voces que ven que tal maniobra calla una voz al interior de Morena que distaba del Dogma e idólatras que hay en la mayoría de sus correligionarios, pero que con tal movimiento del Pejedente, sin que tenga que abrir la boca Ahued, lo mete al huacal que requiere el nuevo Sistema… sí, a Duarte le ofrecieron un cargo federal o en el extranjero, porque el Sistema cuando gobernaba el PRI, era benevolente… y con Morena, es claro que también hay benevolencia… lo que no pudo hacer el PRI, Morena lo hizo con Ahued: lo dobló y lo calló.

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