Para que la Cuarta Transformación (4T) cuaje en México y se diga que se está consolidando, antes es necesario afianzar la democratización sindical. Desde hace más de 50 años, el PRI logró consolidarse gracias al corporativismo y al voto lacayuno de los sindicatos. Los líderes sindicales buscaron siempre canjear su “manada”, “base” o “gremio” por puestos de elección popular, esa era la receta. El líder charro vendía el discurso de que la fuerza del sindicato radicaba en la unidad, lo que en realidad era todo lo contrario, ya que un sindicato libre y con disidencia enriquece las propuestas.
En estos momentos la mirada felina del jorocón de Macuspana está puesta en el SNTE, un gremio basto y numeroso, compuesto por maestros aguerridos y por un pequeño grupúsculo de incondicionales, herederos de la ignominia y el olvido. El magisterio sabe que los actuales líderes sindicales sólo representan sus propios intereses.
Alfonso Cepeda Salas, el gran ilusionista magisterial, pretende hacerse pasar como un líder democrático, lleno de propuestas inteligentes para alimentar las Leyes Secundarias del Nuevo Modelo Educativo. Tal parece que este líder de papel china ya olvidó cuando levantaba eufórico la mano del candidato del PRI, mismo que pretendía seguir con la mal llamada Reforma Educativa.
De manera que, si el actual Comité Ejecutivo del SNTE quiere hacerse pasar como aliado de AMLO, tendrá que acatar la sugerencia presidencial de abrir las puertas del SNTE, para que todos sus agremiados elijan por primera vez a sus propios gobernantes. Total, el presidente ya apartó su lugar en primera fila.
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