Arturo Reyes Isidoro / Los hechos que marcaron el día de ayer:
La renuncia de Germán Martínez Cázares como director general del Instituto Mexicano del Seguro Social. Su carta de renuncia puso al desnudo el desorden que priva en el Gobierno de México.
La visita al Estado, la sexta en los primeros seis meses de su administración, del presidente Andrés Manuel López Obrador. Lleva una por mes.
Su visita de supervisión a los campos petroleros Ixachi 1 e Ixachi 1001 de Tierra Blanca y la recepción de una muestra del crudo extraído de esa zona.
El anuncio del fiscal general del Estado, Jorge Winckler Ortiz, de que están plenamente identificados dos de los presuntos autores de diversos crímenes cometidos en Xalapa y la región incluyendo la masacre de Tuzamapan y el pago de una recompensa a quien proporcione información que lleve a su captura. Se anota un buen tanto y ofrece lo que los veracruzanos están demandando: resultados.
Los dichos, a manera de anuncios o declaraciones a la prensa:
El anuncio del gobernador Cuitláhuac García Jiménez de que habrá una base de la Guardia Nacional en Coatepec, aunque no dio fecha para cuándo.
Su dicho de que es “totalmente falso” lo revelado por el organismo Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) de que su gobierno firmó un contrato para la compra de medicamentos por poco más de 36 millones de pesos a una empresa del súper delegado del gobierno de Morena en Jalisco.
“Que revisen, que revisen… que revisen todo lo que quieran… que revisen… yo no conozco a la empresa, no sé de qué empresa me hablan”, y: “están totalmente legal las cosas”, o sea, ¿entonces sí hubo la compra pero, según su dicho, fue legal?
La declaración del presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera de que la Secretaría de la Función Pública (SFP) revisará los contratos adjudicados a la empresa del súper delegado Carlos Lomeí. “Nosotros no vamos a permitir la corrupción, trátese de quien se trate”. O sea, AMLO confirma que sí hay contratos firmados y él no dice desconocer a la empresa.
Su confirmación ante la prensa veracruzana de que no se reducirán las tarifas eléctricas para los veracruzanos pero que tampoco se aumentarán.
El chocholazo, oootraaa vez, del presidente al gobernador a su llegada al aeropuerto de Veracruz: “Además de ser una gente con convicciones y una gente trabajadora, es Cuitláhuac un hombre honesto, nada que ver con los malandrines que gobernaban Veracruz”. El lunes dediqué esta columna a resaltar todo el respaldo que le está dando el tabasqueño a su pupilo veracruzano, algo inédito en la historia de Veracruz.
Su evasiva sobre los temas de inseguridad en el Estado. Su respuesta se limitó a decir que estaba a gusto estar de nuevo en Veracruz. Sin duda, el tema le incomoda.
Su anuncio de que regresará al Estado para cumplir la séptima visita a la entidad (una por mes porque iniciará junio en suelo jarocho), el 31 de mayo en Coatepec y el 1 de junio en Yanga.
La declaración del fiscal Jorge Winckler de que solicitará una reunión con el gobernador Cuitláhuac García para informarle personalmente sobre las indagatorias contra los presuntos matones de Tuzamapan.
¿Le preocupa Veracruz?
Habiendo tantos problemas en el país, llama poderosamente la atención sus recurrentes visitas al Estado y su apuntalamiento al gobernador.
¿Qué información tiene que lo está obligando a venir una y otra y otra vez?
Un dato relevante que no se puede ignorar es que Veracruz es uno de los tres territorios del país con el más grande padrón electoral, la inseguridad y la violencia no disminuyen y existe el serio riesgo de que los veracruzanos expresen su calificación en las urnas en 2021, con su voto en contra.
Para colmo de ellos, el enemigo público número uno del cuitlahuismo, Jorge Winckler, ha salido a ofrecer resultados y los deja mal parados porque, en cambio no funciona la policía preventiva estatal.
Demoledora, la carta de Germán
Germán Martínez se fue en desacuerdo, dijo en una carta, porque desde Hacienda buscan nombrar, en todo el país, una suerte de “delegados administrativos estatales”, fuera del Consejo del IMSS, para que ellos, en los hechos, administren desde lo local al Instituto.
Alertó que si bien el abasto de medicamentos está garantizado, “es precario y en algunos lugares pende de un hilo”. ¡Uf!
Acusó a las autoridades hacendarias de conservadoras, utilizando el mismo adjetivo de AMLO: “Cualquiera que se asome al debate sobre salud en Europa o vea lo que hizo el gobierno federal anterior, verificará que los funcionarios conservadores, neoliberales, controlan el gasto en servicios de salud pública, mientras que los gobiernos progresistas inspirados por la justicia, buscan ampliar cobertura y calidad inyectando más presupuesto” (su renuncia fue por el control del gasto del IMSS que pretende hacer Hacienda).
Dio su argumento: “Ese control del gasto tiene dos consecuencias fatales: una directa para el IMSS: pasillos de espera llenos de personas adoloridas y mal trato o retraso en la atención a pacientes (subrayado mío); y un segundo efecto indirecto todavía peor: el fortalecimiento de los servicios de salud privados, que ocasionará mayor ‘gasto de bolsillo’ de las familias cuando sus seres queridos tengan un padecimiento”.
Hizo un juicio severo: “Ahorrar y controlar en exceso el gasto en salud es inhumano. Ese control llega a escatimar los recursos para los mexicanos más pobres”.
E hizo una denuncia: el IMSS entregó, vía correo electrónico, a Hacienda, el 7 de febrero pasado, objetivos, estrategias, indicadores y líneas de acción puntuales para incluirlos en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, que los funcionarios de Hacienda simplemente omitieron.
Dijo en voz alta lo que muchos mexicanos callan por temor a represalias: la calidad y eficacia en muchos servicios del IMSS dejan mucho que desear, y el Instituto Mexicano del Seguro Social tiene retos, desafíos, extravíos y una enorme corrupción. Se han despedido trabajadores eventuales, con las disposiciones de Hacienda, cuando muchos de ellos podrían estar incluidos en el programa prioritario de Jóvenes construyendo el futuro.
Hizo un reproche a las autoridades de un gobierno que proclama que primero los pobres: “No veo las iniciativas de la burocracia de Hacienda para dar seguridad social permanente a todos los jornaleros del campo, a los repartidores de comida o choferes, ni a los trabajadores de la construcción…”.
Y equiparó la ineficacia con la corrupción; dijo que “juegan en el lado de los mismos que construyeron la sociedad mexicana de los privilegios que el Presidente busca y quiere desaparecer”.
Pero el presidente no lo apoyó. Aceptó su renuncia y se puso de lado de Hacienda: declaró que la dependencia debe participar en el Instituto. En realidad, las finanzas las maneja el propio AMLO, quien ha salido a desmentir tanto al secretario Carlos Urzúa como al subsecretario Arturo Herrera (a este dos veces), dejándolos en ridículo. En 1973 Luis Echeverría lo dejó muy claro: las finanzas se manejan desde Los Pinos (ahora desde Palacio Nacional).
El gobierno, ahí va, dando tumbos… y arrastrando al país.
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