El magisterio no se opone a la evaluación, cuando ésta sea formativa, es decir, cuando se acompaña de los programas pertinentes de capacitación y actualización. Sin embargo, a fuerza ni los zapatos entran. Y ese fue precisamente el error de la administración pasada. Fue una reforma que no consultó a los principales actores del sector educativo, ésta sólo se redujo a condicionar la permanencia de los maestros a evaluaciones sin previa capacitación o actualización de los mismos.
Hoy se habla de una evaluación diagnóstica y formativa, donde el docente reconozca sus debilidades y busque capacitarse para poder fortalecer sus debilidades. Sin embargo, aunque la evaluación ya no condicionará la permanencia del docente, esta palabra sigue causando ruido en el magisterio.
Es necesario romper el paradigma punitivo del inconsciente del maestro, cambiar la actitud y reconocer que es necesario actualizarse y capacitarse para estar a la altura de las necesidades de un mundo globalizado dominado por las tecnologías informáticas. Ojalá que las Leyes Secundarias de la nueva Reforma Educativa considere estas necesidades y, sobre todo, que el docente subyugue su resistencia al cambio. Sólo así, podrá fortalecer sus puntos débiles.
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