En el caso de Veracruz, la ola de inseguridad está ganando la batalla al gobierno de García Jiménez. Las constantes querellas entre el Ejecutivo local y su segundo a bordo contra la Fiscalía del Estado sólo los han desgastado. Por otro lado, la presencia del Ejecutivo federal, más que reconocer el esfuerzo del gobernador, es un vergonzoso recordatorio de que no está pudiendo con el paquete y de que es necesaria su presencia para echarles el hombro.
Desgraciadamente para los veracruzanos no se ve para cuándo se comenzar a sentir una mano firme sobre el timón que conduce los destinos de Veracruz. La falta de carácter y de experiencia del gobernante veracruzano cada día son más notorios. No hay brújula ni compás que ayude a marcar el camino.
Sólo se alcanza a ver un gabinete lleno de funcionarios novatos e inexpertos, que como los conejos nonatos, están deslumbrados con la luz del poder. Ojalá y el gobernador tome muy a pecho la ayuda presidencial y comience a ponerse las pilas. Que recuerde que, hasta los reyes, tiene un límite de paciencia y el presidente tabasqueño tiene una paciencia muy corta.