Hasta ahí, todo bien, sin embargo, cuando se le ocurre a Enrique Peña Nieto incluir la evaluación docente a las funciones de este organismo, su destino fue sellado. Inmediatamente los señores consejeros comprendieron que el Gobierno Federal les estaba otorgando una patente de corso. Sobre todo, que las Leyes Secundarias lo facultaban para calendarizar, capacitar evaluadores, llegaron al extremo de solicitar al Gobierno Federal que, con el uso de la fuerza, obligaran a los maestros a evaluarse bajo advertencia que de no hacerlo, serían separados de sus funciones.
Finalmente, con la llegada de AMLO al poder los papeles cambiaron. Los que se fueron, finalmente fueron otros. Los verdugos dijeron adiós: Enrique Peña Nieto, Emilio Chuayffet, Aurelio Nuño Mayer y, en pocos días, el INEE les seguirá las mismas pisadas. Como dijera el reciente difunto Alberto Cortez, «que cosas tiene la vida, Mariana».
