Jorge Flores Martínez / Antes de siquiera intentar responder esta pregunta, me gustaría decir que yo me considero cristiano cultural, católico por tradición familiar y no práctico mi religión. Creo que lo más cercano para definirme, sería algo como agnóstico esperanzado.
Ahora si, dicho lo anterior, la pregunta de la existencia de Jesús la debemos abordar desde dos perspectivas distintas, una es la existencia del Jesús histórico y la otra es la del Jesús de la fe.
La ciencia de la historia se sirve de tres herramientas para poder afirmar la existencia de personajes de la antigüedad: la primera es la arqueología, la segunda la numismática y la tercera la filología.
No existe una sola evidencia arqueológica que demuestre científicamente la existencia de Jesús, incluso se ha dudado que Nazaret como asentamiento humano date del siglo primero, aunque estudios recientes demuestran que el poblado si existió en ese tiempo con unas cuantas viviendas y un pozo.
En cuanto a la numismática, el acuñar monedas estaba reservado a reyes y emperadores, no hay forma de encontrar monedas acuñadas con la figura de un predicador pobre de Galilea.
Es en la filología donde encontramos las pruebas de la existencia de Jesús. Las más importantes son los Evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas), las Epístolas de Pablo de Tarso y algunos evangelios apócrifos como el de Tomás y el de Pedro. También existen algunos textos no cristianos, como las dos menciones en las Antigüedades Judías de Flavio Josefo, algunas referencias en el Talmud, los textos de Plinio el joven y otros más.
Los textos cristianos se deben atender en su importancia histórica en relación a su antigüedad, siendo los primeros en escribirse las Epístolas de Pablo de Tarso, que datan de 20 o 30 años después de la muerte de Jesús; los Evangelios Sinópticos, que el primero es el de Marcos, aproximadamente en el año 70; el de Mateo y Lucas, años 70 a 90; y el de Juan, que no es tan fiable históricamente y más bien se trata de la afirmación de una teología paulista, que se escribió en torno a los años 90 al 110 de nuestra era. Es importante mencionar que todos estos textos presentan interpolaciones, es decir, son textos intervenidos por cristianos piados en los siglos subsecuentes.
Los textos no cristianos, también presentan interpolaciones importantes, pero aun así, retirando las interpolaciones, los textos que resultan son suficientes para entender que en esos años se conocía de un Jesús que fue crucificado y sus seguidores se hacían llamar cristianos. La importancia de estos radica en que se trata de contenidos negativos para el cristianismo, algo así como mala prensa.
Con la información de todos estos documentos históricos, se puede señalar que Jesús nació en el año 4 antes de nuestra era en Nazaret. La historia de Belén se trata de una adición posterior de los autores para demostrar una tradición davídica poco histórica.
Jesús era hijo de José y María, en varias ocasiones en los evangelios se menciona que tuvo hermanos: Santiago, Judas y Simón, así como por lo menos dos hermanas. Tenía como lengua materna el arameo, sabia leer hebreo, seguramente hablaba con fluidez el griego y entendía latín.
La tradición nos dice que tenía por oficio carpintero, es probable que haya sido albañil y la confusión se deba a cierta ambigüedad en la traducción. Algunos estudiosos sostienen que por sus constantes referencias agrícolas, se tratara de una persona que también tenía el oficio de campesino.
Fue discípulo de Juan el Bautista y a la muerte de este inicio su predicación itinerante en las regiones de Galilea y Judea seguido de doce apóstoles, de los que por cierto, no coinciden sus nombres en los evangelios.
Murió crucificado en Jerusalén alrededor del año 30 por orden de Poncio Pilato, prefecto romano en Judea. La sentencia por crucifixión nos permite deducir que el delito por el cual fue juzgado es el de sedición. Hay estudiosos que nos dicen que fue apresado junto con dos de sus discípulos, en los evangelios no se mencionan sus nombres, es en los apócrifos (Proto Evangelio de Santiago y el de Nicodemo) que se les incorporó a la tradición cristiana como simples ladrones, Dimas y Gestas.
Con lo anterior descrito, es que el Jesús histórico ha sido documentado, y a pesar de tratarse de un predicador pobre que vivió hace dos mil años, cuenta con mayor evidencia histórica, que digamos, Pitágoras, al que todos damos por cierto y del que no contamos con una sola prueba de su existencia.
El Jesús de la Fe, el hijo de Dios, que fue nacido de María en una inmaculada concepción y es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el hijo de Dios en la tierra, que predicó, realizó milagros, fue crucificado, muerto y sepultado, que descendió a los infiernos y posteriormente resucitó de la muerte al tercer día y subió a los cielos, donde se encuentra junto a Dios Padre y desde donde volverá para el Juicio Final, de este personaje que conocemos como Jesucristo, la evidencia de su existencia radica en la fe y solamente en la fe.
Nuestra ciencia aun no puede demostrar o comprobar milagros. Es imposible replicar la resurrección en condiciones de laboratorio, no hay forma de caminar sobre el agua o de multiplicar los panes y los peces y llevar medidas y condiciones de comprobación que lo demuestren o lo rechacen como pruebas científicas.
Es probable que en 500 años, o en mil o un millón de años, la humanidad pueda demostrar científicamente la existencia de Dios, o en todo caso, que la misma humanidad sea Dios. Mientras tanto, debemos tener claro que son el mismo personaje desde dos visiones distintas, que enriquecen y han sido indispensables para comprender la cultura occidental de los últimos dos mil años.
De alguna forma es la gran paradoja de la historia de occidente, desde el mismo momento de su muerte nos hemos esforzado por declarar su existencia o inexistencia. Las voluntades piadosas de afirmar que Jesucristo existió han desdibujado al personaje histórico, así como la exigencia científica, no aplicada a otros personajes de la antigüedad con el mismo rigor, le ha retirado toda espiritualidad al Jesús histórico.
Tenemos como resultado el mismo personaje en una dualidad que obedece a su propia lógica, basta creer en uno, para negar al otro. Es así que después de dos mil años, uno es muy grande para poder contenerse en el otro tan pequeño y el pequeño es demasiado humano para ser Dios.
Es nuestra condición como seres humanos la que siempre nos conduce a dudar, es parte de nuestro éxito evolutivo como especie. Pero a veces, posiblemente por nuestro mismo éxito y vanidad, no somos conscientes de nuestra falibilidad y de la incapacidad que tenemos de comprender lo incognoscible. Nos causa una enorme frustración no obtener certezas absolutas.
Y eso, al parecer, es justamente lo que definimos como naturaleza humana.
Animo, disfrutemos la semana mayor.
La próxima semana intentaré escribir sobre los inicios del cristianismo
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