Y es que el Estado tiene sus reservas en cuanto dejar que los sindicatos participen en la asignación de plazas, aún no se olvida el vergonzoso manejo de plazas a discreción que hizo el SNTE, durante varias décadas en el país. Por tal razón, la cuestión consiste entonces en que los sindicatos no podrían proponer candidatos a ingresar a la docencia o a desempeñar puestos de dirección y de supervisión.
Con la nueva reforma se pretende crear un mecanismo meritorio, pero que esté apegado al derecho laboral, sin hacer menoscabo a la experiencia de maestros veteranos y sin lesionar los derechos de los nuevos docentes. Un sano equilibrio que permita convivir a dos generaciones distintas, pero con un mismo fin.
Es cierto que las pretensiones son altas y los interese muchos. La CNTE deberá entender que la rectoría y el manejo de plaza corresponden al Estado mexicano, pero este último deberá entender también que, sin la participación de los maestros, este nuevo intento de reforma estará condenado al fracaso desde el principio. Así que, no se debe de cantar victoria aún, la moneda no ha caído, está todavía está en el aire.