Nada da, el que no quiere dar…

El dar FOTO: WEB
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Édgar Landa Hernández / Hace tiempo, una maestra de filosofía nos contaba una anécdota en la que se refería a un minusválido que se encontraba solicitando una ayuda. A lo cual la maestra le dijo “si yo te doy una moneda ¿tú qué me das a cambio?

El chico se apenó. Únicamente bajó su cabeza y miró  al piso al tiempo que le decía “que él no tenía nada que darle, que era demasiado pobre para poder darle algo a cambio

La maestra con una sonrisa le comentó de una forma amena a este personaje que aunque fueran “LAS GRACIAS! con eso se sentía satisfecha. El chico alzó su vista y sonrió también y agradeció a la maestra por su generosidad. Se percató que sí tenía que dar y lo hizo.

Por lo regular, la mayoría de las personas creemos que no somos capaces o no tenemos lo suficiente para ser generosos y poder dar a los demás.

Un abrazo, un apretón de manos, una sonrisa es algo que podemos obsequiar. Un consejo.

Equivocadamente creemos que el ser generoso nos hará quedar sin nada, que lo poco que tenemos se acabará. Todos y cada uno de nosotros tenemos algo que dar, aunque sean las gracias. ¡Nada da el que no quiere dar!

La generosidad es el vínculo que coadyuva a que encontremos en nosotros mismos el destello de amor y la recompensa mayor de ser bendecidos por el agradecimiento de la persona que recibe.

El desprendimiento de lo que tenemos para aliviar el sentir de los demás fortalece el espíritu y enriquece mucho más de lo que se pudiera recibir.

Cuando se es generoso se comprende que aún se preserva la nobleza del alma.

Cuando se da, se da sin condición, pero escuchar la palabra “gracias” es un aliciente, un bálsamo para nuestro ser.

Hoy da lo que de tu corazón nazca. Que tu benevolencia sea el viento de esperanza que refresque al que la recibe.

 

*Miembro de la Red Veracruzana de comunicadores A.C.*

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