Jesús J. Castañeda Nevárez / Los terremotos que sacudieron Veracruz durante los últimos años y que ocasionaron el derrumbe de la economía y el descontrol total de la incidencia delictiva tuvieron varios nombres, por los personajes que encabezaron la titularidad del gobierno y que, junto con su camarilla de colaboradores saquearon las arcas públicas de forma desproporcionada, de modo que devastaron al estado y sentenciaron a sus moradores al pago de daños por varias décadas, suficientes como para asegurar que muchos de los paganos de hoy difícilmente presenciaremos el último pago de la deuda.
Algo que avergüenza a muchos veracruzanos es el haber consentido con el silencio todo el atraco; pero hay otros que ni a vergüenza llegan, que fueron cómplices activos con sus aplausos y elogios a la clase gobernante, facilitando la operación corrupta.
Vino el cansancio y hartazgo social y llegó el cambio de color para el Estado, pero no hubo cambio de prácticas, ni de formas corruptas de ejercer el poder; y en automático las representaciones sociales y empresariales rápidamente se acomodaron al nuevo color y levantaron elogios a la nueva camarilla.
Es como un fenómeno de sobrevivencia que se parece mucho al miedo y que por conveniencia transforma cualquier principio ideológico o moral y lo adapta rápidamente de acuerdo a las circunstancias.
Pero hubo daños en la sociedad que tenían que resolverse, como es el tema de adeudos por pagos incumplidos por el Gobierno del Estado como institución ante cientos de proveedores que a partir del 2014 o antes ya habían iniciado su viacrucis en la Sefiplan, haciendo cientos o miles de horas nalga en la tesorería sin ningún resultado.
Las gestiones realizadas por los entes empresariales durante la era Duarte se limitaron en el mejor de los casos a míseros abonitos a algunos pocos, lo que forzó a tomar acciones extremas como el bloqueo a la carretera y a las instalaciones de la Secretaría de Finanzas, para cerrar con la quema de un automóvil ya en noviembre de 2016 durante el micro período de Flavino Ríos.
Unos días después iniciaba el bienio de Yunes y se abría la esperanza de respuesta positiva al tema de pago a proveedores, compromiso prometido durante su campaña.
Nuevo gobierno, nuevo color, nuevo estilo de gobernar por un hombre maduro, inteligente, experimentado en las tareas de la política, pero además acompañado por un historial de rudeza y poca tolerancia, que demostró en los primeros días y en el primer plantón frente a la SEV, que resolvió en minutos con la intervención de la fuerza pública.
Y como dijeran en el argot del béisbol, “para atrás los filders”; los trabajadores del Estado, los sindicatos, los organismos empresariales, todos tomaron nota y le bajaron 3 o 4 rayitas a sus reclamos.
La aplanadora azul pasó por encima de cientos o miles de trabajadores burócratas pisoteando sus derechos laborales; lo mismo hicieron con las empresas veracruzanas que fueron reemplazadas por empresas poblanas; y a los proveedores a los que se les debía se les ignoró, se les acusó de ser cómplices de Duarte y de ser empresas fantasmas, con la clara intención de no pagarles.
Y quienes deberían de haber defendido la causa empresarial y exigido pagos, guardaron silencio, dejando en el abandono y orfandad a los empresarios.
Como resultado de ese vacío y como un organismo emergente surge una asociación llamada Empresas SOS, que en su nombre dice todo lo que en el fondo representa: un vehículo de rescate de muchos empresarios que técnicamente están quebrados pero que se sostienen de pie de forma milagrosa.
Empresas SOS no se salvó de la furia azul y la fuerza pública los lanzó del Palacio de Gobierno, los ataques oficiales y descalificaciones tuvieron coro en los que por naturaleza debieran estar del lado de los empresarios. Parecía una batalla sencilla para el poderoso gigante azul, pero pudo más la necesidad, la desesperación y el coraje por defender el patrimonio construido con muchos esfuerzos y que ahora amenazaba con desaparecer.
Empresas SOS logró mantener su presencia en el campo de batalla contando los días, horas y minutos hasta que el color azul se apagó.
Se inició entonces una nueva oportunidad de solución para alcanzar un acto de justicia para los más de 100 empresarios integrantes de la asociación.
Nuevos funcionarios en la dependencia responsable de las finanzas, con genuino interés de resolver el problema, sensibles, empáticos, abrieron la opción de negociación que iluminó rostros y corazones adoloridos y se volvieron a dibujar sonrisas donde ayer sólo había lágrimas.
Se aproxima ya un momento de fiesta para los empresarios, que iniciará con el anuncio oficial del Gobernador ante los representantes de Cámaras y Consejos Empresariales; si, los mismos que ayer sólo fueron espectadores.
A la distancia, sin invitación para la fiesta, los guerreros de Empresas SOS sonreímos con la satisfacción de haber hecho lo correcto. Y se cumple el dicho: “Uno corretea la liebre y otros son los que la alcanzan”. Así es esto. Porka Miseria.
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