Se pusieron las pautas y entre los objetivos estaba: «Aportar los elementos necesarios para que en el diseño y ejecución de los planes y programas de Gobierno Municipal se atiendan las demandas y necesidades específicas de mujeres y hombres en igualdad de oportunidades; Promover Políticas Públicas Municipales con Perspectiva de Género para lograr el desarrollo humano sustentable de la población femenina y favorecer el desarrollo educativo, económico y social e instrumentar medidas que permitan la plena participación política y social de las mujeres.
»Promover una cultura de respeto y garantía de sus derechos fundamentales; Promover, fomentar y difundir acciones para prevenir, atender, sancionar y erradicar la discriminación de las mujeres; Cumplir con las atribuciones de la Ley para la Igualdad entre Mujeres y Hombres y la Ley de Acceso de las Mujeres a una vida Libre de Violencia, así como la Ley para prevenir la Discriminación, leyes aplicables para el Estado de Veracruz».
¿Qué de todo esto se ha logrado? Claro, cada instituto podrá decir que ha rescatado mucho del naufragio, pero la realidad es que muchos institutos, salvo algunas excepciones, sólo se han convertido en un club de feministas que creen que su labor es empoderar al género que representan. Y ese punto no está entre sus objetivos.