Por supuesto, el presidente Andrés Manuel López Obrador no mandó matar a Samir Flores, tampoco mandó derribar el helicóptero de los Moreno Valle. No obstante, la circunstancia política lo llevó a mostrar cierta animadversión tanto a Samir Flores, a quien llamó “radical de izquierda”, como a Martha Érika Alonso, a quien no le quiso reconocer el triunfo a pesar de que fueron los tribunales los que dictaminaron.
El presidente Andrés Manuel López Obrador debe aprender a mirar de otra manera a aquellos que se oponen a sus proyectos, debe dejar de descalificar a priori, debe controlar su apasionamiento político que lo impulsa a creer que sólo él tiene la verdad absoluta. Ya habló mal de Loret de Mola y se equivocó, pues Loret de Mola no había dicho eso que impulsó a Andrés Manuel a decir que «hay periodistas que mienten como respiran». Un día se va a referir a algún periodista que lo esté contradiciendo y ese día algo le va a suceder a ese periodista y otra vez las miradas estarán sobre AMLO.
Imagine la oportunidad que tienen los enemigos de López Obrador, quienes podrían atacar a todos aquellos a quien López Obrador descalifica, sólo para responsabilizarlo a él. La muerte de Samir Flores lo acusa y la gente ya grita que fue el gobierno quien lo mató, y el gobierno está representado por él. AMLO no mató a Samir Flores, pero facilitó el “arma” a quienes lo mataron.
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