Apenas iniciaba el sexenio de Fidel Herrera, ese infeliz que nos vendió a los Zetas, en ese entonces sucedió un hecho inédito en Xalapa. A la salida del puente Miguel Alemán un camión de pasajeros junto con otros automovilistas cerraron el paso porque se dieron cuenta que en un auto unos delincuentes llevaban secuestrada a una persona. El auto de los delincuentes se detuvo, titubeó y escapó en reversa. Hasta ese entonces los xalapeños no habíamos visto escena semejante. Fue el principio de una ola de crímenes sin precedente en Xalapa.
El día de ayer, 19 de febrero, a las 13:30 horas, en pleno centro de Xalapa, el crucero que hacen las calles Zamora, Carrillo Puerto y Xalapeños Ilustres, un hombre, pistola en mano, al sentir que alguien lo seguía, seguro había cometido una fechoría, se fue contra el conductor del auto, lo amagó, le quitó las llaves del auto y huyó como si nada. No hubo una sola autoridad en el centro de Xalapa que pudiera detenerlo.
Ni un oficial de Tránsito, ni un policía, nadie. Todo quedó grabado por una cámara de vigilancia donde apenas se percibe la figura del sujeto que huye sin mayor preocupación, seguro de que por ahí no anda el fiscal Jorge Winckler para atraparlo. Porque ya lo sabe usted, en Veracruz estas cosas pasan porque el fiscal no hace su trabajo.
Cuitláhuac García, Hipólito Rodríguez, Éric Cisneros ni Hugo Gutiérrez Maldonado tienen nada que ver en la seguridad de Xalapa. Seguramente si se encontraran al delincuente en la calle, este pasaría de cerca y hasta saludándolos y ellos muy cándidos le regresarían el saludo, porque ellos no son quién para detenerlo.