El clamor crece cada día más, «Hipólito Rodríguez, debe renunciar». Y no porque lo diga el PRD, no porque Cuitláhuac García le haya dado la espalda (para llevarnos la contraria el Cuic al rato le da el espaldarazo), sino porque la ciudadanía ya está harta de sus desatinos, de sus reculadas, de sus malas decisiones, de sus acusaciones que sólo salpican, pero con las que no consigue nada. De hecho, a leguas se ve que Hipólito Rodriguez ya no quiere gobernar.
Se hartó el académico, el investigador del Ciesas Golfo, no esperaba que ser alcalde significaría tener que tomar muchas decisiones, tener que lidiar con la ineficiencia de algunos empleados, con organizaciones sociales, legítimas e ilegítimas. Hipólito extraña checar tarjeta, firmar asistencia, sentarse en su escritorio a leer y olvidarse del mundo; cobrar en quincena y esperar su año sabático.
Ser alcalde es una responsabilidad con la que Hipólito Rodríguez ya no puede lidiar. Sus decisiones ya no salen de su talento, sino de su desidia; sus palabras ya no salen de su mente, sino de su estómago. Es por ello que el alcalde de Xalapa debe renunciar, aunque eso provoque un cisma, aunque tengamos que lidiar con un nuevo alcalde que difícilmente podría ser peor que éste.
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