Las escenas que se vieron la semana pasada nos deberían poner a pensar en lo que está pasando en México. En Acambay pinchan un ducto de Pemex y los pobladores salen corriendo de sus casas a robar gasolina. No les importa el riesgo, no les importa que sea un delito, no les importa que los estén filmando, no les importa que el gobierno esté combatiendo el robo de combustible. Como buitres, los pobladores caen a la rapiña, con los bidones que ya tienen listos, con los hijos y las hijas para que también ayuden.
En Veracruz sucede algo similar. Un camión que transporta ganado se accidenta y los pobladores en lugar de auxiliar se roban el ganado. Se lo llevan andando, otros, como hienas, en el lugar del robo sacrifican y destazan al animal. De igual forma, no les importa ser grabados, no les importa que sea un delito, no les importa que se hay echado a andar la Cuarta Transformación. ¿Qué está pasando en México? ¿En realidad el problema del país eran los malos gobernantes? ¿No será que el problema estaba en nosotros?
El cambio que ha sucedido en México, un nuevo régimen que ondea la bandera de la honestidad no ha sido suficiente como para convencer a algunos mexicanos de que el cambio incluye que tomemos consciencia y procedamos a cambiar también nosotros. Porque si no cambiamos, puede llegar el mejor gobierno, el más honesto, el menos corrupto y México seguiría siendo un país de jodidos mentales.
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