Ni siquiera la celebración por el reciente nacimiento del Niño Jesús pudo contener los impulsos de quien, o quienes, violentaron por lo menos dos de los Diez Mandamientos: “no matarás” y “no cometerás actos impuros”. Lo que más despertó el enojo del pueblo fue que existe la posibilidad de que el sacristán -persona que asiste al sacerdote en las labores de cuidado y limpieza de la iglesia- haya sido el responsable de tal atrocidad. Por ello, se habla de un sacrilegio, un acto o discurso que representa una falta de respeto por aquellos objetos, personas o símbolos que otros consideran sagrados.
Cabe destacar que la gente protestó afuera de la iglesia al grito de: “¡justicia!, ¡justicia!”. Y es que la Diócesis de Tabasco condenó los hechos, pero pidió a los pobladores confiar en las investigaciones que realicen las autoridades correspondientes, pues a estas alturas ¿quién confía en las instancias de procuración e impartición de justicia?.